Hace un año, por estas mismas fechas escribí un artículo titulado “AMERICA LATINA”, acerca de la situación política, económica y social de nuestra region. Hoy intento hacer una nueva evaluación que complete el trabajo realizado aquel año, quizás pensando en aportar más datos sobre lo que pudiéramos esperar en el mediano o largo plazo.
En un escenario mundial tan inestable, como en el que estamos viviendo: la aparición de la pandemia del covid19 y sus efectos colaterales en el ámbito sanitario, político, económico y social; la invasión de Rusia a Ucrania con efectos letales en cuando al costo en vidas humanas, el impacto económico y comercial, el bloqueo de las exportaciones de cereales de ucrania por parte del país invasor, que mantiene en vilo al continente africano debido a la hambruna que está provocando, el impacto real del cambio climático, hace difícil encontrar regiones que realmente se puedan señalar como lugares prósperos en los que la calidad de vida se haya mantenido en los mismos niveles anteriores a la aparición de la pandemia.
En medio de todo eso se encuentra Latinoamérica, que aporta su grano de arena a todo ese desacomodo mundial. En mi opinión, la región se encuentra experimentando una tormenta cuasi-perfecta, caracterizada por tensiones económicas, criminales, erosión de sus instituciones y deterioro económico, creciente desigualdad, violación de los derechos humanos, radicalización de sus pueblos originarios, socavando con ello el compromiso con la democracia y el estado de derecho firmado con sangre, me da la impresión de que solo es el comienzo.
En octubre de 2019, antes del COVID-19, las protestas en Ecuador y Chile ilustraron la frustración por el desempeño de los gobiernos democráticos en toda la región. Situación que se agravo con la pandemia que registro el 32,1% del total de defunciones por COVID-19 reportadas en el mundo (1.440.853 muertes, siendo que su población representa apenas 8,4% de la población mundial, afectando seriamente a la sociedad latinoamericana, empujándola a la pobreza y la informalidad.
El COVID-19 también incentivo la corrupción y el desvió dinero de la inversión social e infraestructura, dejando a los gobiernos con decisiones políticamente polémicas sobre cómo recaudar dinero y cumplir con los compromisos de deuda. Los efectos se observaron en las protestas en Colombia, Argentina, Ecuador y Costa Rica. Esas presiones reforzaron el movimiento pendular de la política, hacia la izquierda, el cual ya estaba en marcha. La pandemia también justificó las restricciones a la actividad pública, ayudando, a los gobiernos autoritarios de Venezuela, Nicaragua y Cuba, a consolidar el control. Mientras tanto, el poder de las grandes bandas criminales y el narcotráfico que aumentaron su poder y no solo de fuego, sino su rápido ascenso al poder político tal y como una vez lo intento Pablo Escovar Gaviria en Colombia, pero ahora con mayor fuerza
Los efectos inflacionarios de la invasión rusa a Ucrania han agravado las tensiones internas, provocando protestas desde Centroamérica hasta tierra del fuego. La ampliación de los compromisos con la República Popular China (RPC) y sus empresas ha ayudado, también, a gobiernos como el de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Argentina, a consolidar su poder, proporcionando fuentes alternativas de inversión, préstamos e ingresos de exportación, erosionando así, los controles y equilibrios democráticos. El primer resultado de lo anterior es la perdida de la credibilidad en la democracia y sus instituciones.
Si bien es cierto que no hay nada de malo en que gobiernos electos democráticamente, orientados a la izquierda, luchen para eliminar la corrupción, los abusos de poder y la desigualdad. También lo es que se puede observar que la región está cada vez más llena de gobiernos de inexpertos que prometen proyectos de transformación poco realistas, basados en la expansión del sector público y el aumento de los impuestos, arriesgándose a un estancamiento legislativo y fuga de capitales.
La tormenta toma diferentes formas, dependiendo del país de que se trate. Entre otros ejemplos se pueden mencionar la política energética y otras políticas comerciales de Andrés López Obrador (AMLO) en México, el enfoque de “abrazos, no balazos” hacia las organizaciones criminales violentas está permitiendo que la crisis de seguridad de México sea más grave.
En Colombia, el restablecimiento de los lazos políticos y de defensa de Gustavo Petro con el régimen de Maduro podría impactar su relación con las fuerzas de seguridad de la nación. Sin embargo, los efectos más graves para la funcionalidad del Estado colombiano podrían provenir de la política petrolera y minera, importante fuente de ingresos por exportación de Colombia, así mismo, la fuga de capitales, la posible relajación de los esfuerzos de erradicación de coca y la disminución de la presión contra los grupos criminales mientras Petro busca atraerlos a un nuevo relacionamiento.
En Perú, la probabilidad de que el presidente Pedro Castillo sea destituido por el Congreso o el cierre de este abre una caja de pandora de incertidumbre, dejando un camino incierto hacia nuevas elecciones.
En Chile, el probable rechazo, el 4 de septiembre, de la nueva constitución desencadenaría una nueva ronda de protestas sociales. En este contexto, los inversores suspenderían nuevos compromisos, paralizando aún más un presidente ya impopular e inexperto, abriendo puertas a soluciones radicales tanto de derecha como de izquierda.
Los pocos gobiernos democráticos de centroderecha que quedan en la región están asediados por las protestas que surgen por los efectos inflacionarios de la invasión rusa a Ucrania, incluidos, como se mencionó anteriormente, el gobierno de Nito Cortizo en Panamá, de Guillermo Lasso en Ecuador y el gobierno de Giammattei en Guatemala.
En Brasil, tanto Jair Bolsonaro como Lula Da Silva, no la tienen fácil para alcanzar la reelección, aun cuando las encuestas dan por sentado la victoria del Partido de los Trabajadores, con lo cual se completaría el cambio político estructural de la región, devolviendo el poder a Lula, cuya orientación se podría haber radicalizado por su tiempo en prisión por cargos de corrupción, y sabiendo que será su última oportunidad para dirigir el país.
Es importante destacar que América Latina es la región más directamente vinculada con Estados Unidos a través de lazos geográficos, comerciales y familiares, pero el cambio político de la región está haciendo que sea cada vez más difícil para los Estados Unidos asegurar la colaboración en cuestiones centrales para su seguridad y política exterior. Lo anterior salió a la luz con la exclusión, por decisión de Estados Unidos, de Venezuela, Nicaragua y Cuba de la Cumbre de las Américas, mostrando hasta qué punto el compromiso compartido con los valores democráticos en la región se ha erosionado.
América Latina hoy, debido a la profundidad de las crisis económicas y la desilusión política, el papel de la corrupción, los flujos criminales hacen prever que hay que estar atentos para vivir en un hemisferio menos democrático, más corrupto, más peligroso.
Escrito desde Atlanta, Georgia.