La ‘Escalera al cielo’, la más famosa de Hawái, podría tener los días contados. El pasado mes de septiembre el Ayuntamiento de Honolulu aprobó con mayoría absoluta que las escaleras de Haiku debían demolerse. Sus 3.922 escalones se han convertido en un problema para el gobierno y un gasto municipal (en 2002 su reparación costó alrededor de los 875 mil dólares) que no quiere asumir.
El objetivo, tal y como indican en la resolución, es “eliminar las escaleras Haiku y sus estructuras accesorias para detener la entrada ilegal, reducir los disturbios en los vecindarios locales, aumentar la seguridad pública, eliminar la responsabilidad potencial de la ciudad y proteger el medio ambiente”. Todo ello costará más de un millón de dólares al Ayuntamiento.
La señales de “prohibido el paso” desde 1987 y la peligrosidad de las escaleras por su falta de mantenimiento no ha disuadido a los visitantes, pues su fama es previa a Instagram. Eso sí en 2016 se colocó un columpio ilegal que incrementó aún más las visitas y la presión en el lugar. Se calcula que unas 4.000 personas pasan por aquí cada año, a pesar de las multas de 1.000 dólares.
Sus orígenes se remontan al ataque de Pearl Harbor, durante la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces cuando la marina de EE.UU decidió crear una estación de radio en la cordillera de Ha’ikū para transmitir señales a los barcos del Pacífico. Las escaleras sirvieron para su instalación, y quedaron dando muestra de la obra de ingeniería que habían supuesto.
Los 3.922 escalones de madera que habían servido en un inicio se cambiaron por unos de metal en 1950, y en la década de 1970, se permitió el acceso público. Pero en 1987 fue prohibida la entrada después de que apareciera en un programa de televisión y llegaran las hordas de turistas.
El paisaje que las rodea y la adrenalina que se genera al cruzarlas es demasiado tentadora para que no haya surgido un grupo que defienda su permanencia. A través de una campaña de donaciones y firmas, Friends of Haiku Stairs ha propuesto entregar el control de la escalera a un proveedor privado, que pagaría la seguridad y el mantenimiento a través de tarifas cobradas a los excursionistas. Ochenta personas podrían subir las escaleras por día bajo un plan de acceso administrado el grupo, con un límite anual de 20.000 visitantes. “Sabemos que los excursionistas pagarán por ir allí”, señaló su responsable Dr. Ansdell.