Hace poco una persona me dijo que dejara los antidepresivos porque mi mente podía contra todo. Y claramente, estoy en un punto de mi existencia donde acepto lo que me hace crecer y lo que no intento desecharlo. Ese comentario fue ignorado, ya que las pastillas enfocadas a la salud mental no son caramelos ni algo que puedas tomar sin supervisión. Las medicinas, en general, deben ser guiadas bajo criterio médico. Y las mías eran controladas por mi psiquiatra.
Para mí, que me ha costado entender sobre la importancia de cuidar mi salud mental, sentí ese comentario como si una persona le dijera a alguien con diabetes que deje de aplicarse la insulina porque no importa, que su mente puede contra eso.
Muchas personas, alejadas del tema, no entienden que la depresión es una enfermedad, y como tal, debe ser tratada por profesionales: psiquiatras y psicólogos. Si bien no es fácil de explicar, lo más importante es saber que no es simplemente estar triste. La depresión es un trastorno donde la química cerebral importa, al igual que el entorno social. Es decir, se debe de ver todo en conjunto.
Lo que sucede muchas veces es que ciertas personas creen saber más que otras, incluso más que los médicos, y cuando escuchan a alguien decir que toma pastillas contra la ansiedad, depresión o estrés, claramente creen tener la facultad de decir que no lo hagan, pese a que no saben, muchas veces, todo el diagnóstico de la persona.
Entonces, si bien he podido ignorar ese comentario, me ha llevado a reflexionar que no puedo controlarlo todo, que no importa cuántas veces repita que la salud mental debe ser tratada por profesionales, que está bien tomar medicinas si es necesario y recetado por tu médico o que es un proceso largo superar esta enfermedad. No importa porque siempre habrá alguien llevándote la contra para decirte que sabe más de esto ya sea por su edad o por una experiencia que creen que es similar.
Somos seres independientes, y por más que crean que las experiencias son parecidas, no lo son, porque no sentimos ni pensamos igual. Lo que a uno no le causa nada a otro le puede doler en el alma, porque ninguno sufre más que otro, cada uno vive su dolor y felicidad desde donde esté.
Hay que partir por entender que las personas no deciden tener depresión, ansiedad u otro trastorno mental. Si así fuera, todo sería más fácil y obligaríamos a quien sea a no tomar esa opción, pero no podemos, simplemente pasa.