Los argentinos eligieron un nuevo presidente, Javier Milei, el 19 de noviembre del año 2023. Este dirigirá el ejecutivo desde el 10 de diciembre de 2023, hasta el 10 diciembre de 2027. El nuevo presidente enfrentará el gran desafío de aplicar un plan de estabilización que reduzca los profundos desequilibrios económicos del país, mejore las expectativas del elector que, de buena fe, le dio el voto para llegar a la Casa Rosada, y que haga frente a las exigencias de pagos por parte de las instituciones financieras internacionales.
Esa elección fue la más incierta desde el regreso a la democracia hace 40 años. El peronista Sergio Massa y el ultraderechista Javier Milei se enfrentaron en las urnas con la promesa de sacar a Argentina de una profunda crisis económica. El resultado del balotaje del domingo 19 de noviembre, dio un amplio triunfo al candidato libertario Javier Milei, quien obtuvo el 55,7% de los votos contra el 44,3% del candidato oficialista Sergio Massa.
El actual ministro de Economía, en el Gobierno de Alberto Fernández, se presentó como la opción moderada, una mezcla de continuidad del Ejecutivo actual y nuevas estrategias para poner fin a una inflación que ha escalado al 143% interanual. Por su parte, Milei, su rival, izó la bandera del liberalismo sin anestesia. Si bien Milei, era un desconocido de la política argentina hasta hace solo dos años, llegó a la segunda vuelta prometiendo dolarizar la economía, cerrar varios ministerios, incluido el Banco Central, terminar con la financiación estatal de la salud y la educación, acabar con las ayudas sociales y llevar al Estado a su mínima expresión.
La duda está en si el nuevo gobierno tendrá la fortaleza necesaria para acometer semejante tarea, sobre todo sin mayoría en el Congreso, teniendo que depender del apoyo de su aliado el expresidente Macri, sus diputados y senadores.
Es importante destacar que la derecha planteó su campaña como una guerra de todo o nada contra el kirchnerismo, la corriente del peronismo que ha dominado la política argentina desde 2003. Es decir, el derrotado es la facción liderada por la Sra. Cristina Fernández de Kirchner, y no necesariamente todo el partido Justicialista creado por Perón en 1946. Por decirlo de alguna manera, fue el hartazgo del elector por la actuación del kirchnerismo el que propinó el fracaso al peronismo. Esto no implica que ese partido esté muerto, todo lo contrario, como dice la jerga popular: “SE HA VISTO MÁS DE UN RESUCITADO PASEÁNDOSE POR LAS CALLES”.
Milei, al frente de su partido La Libertad Avanza (LLA), se considera el abanderado de una nueva clase de dirigentes que liberará a Argentina del “populismo socialista”. Cabe destacar que la crisis de ese país es tan profunda, que el ganador de las elecciones presidenciales no tendrá mucho tiempo para pensar en soluciones. La economía va en picada, con una moneda que pierde valor día a día, una tasa de pobreza que sobrepasa el 40% de la población y un mercado de compra y venta de divisas controlado, sin dólares en el Banco Central para pagar las deudas.
Está claro que la palabras mágicas en este nuevo periodo de gobierno son: “NEGOCIACIÓN y CONSENSO”, ya que el nuevo presidente argentino no cuenta con la estructura territorial ni con los apoyos legislativos necesarios para llevar a cabo su excéntrico programa. Sus propuestas más controversiales necesitarán de la aprobación del Congreso, incluyendo la eliminación del Banco Central o la dolarización de la economía, que requerirán una reforma constitucional.
Es importante señalar que la Constitución vigente contempla la existencia de un “banco estatal” que se encargará de “emitir moneda y fijar su valor”. Lo que significa que ambas cosas, el Banco Central y la moneda nacional, están previstas en la Constitución.
Una reforma constitucional requerirá la aprobación de dos tercios de cada cámara del Congreso solo para abrir la oportunidad de modificar la Constitución. Solo dos líderes con el peso político y parlamentario de Raúl Alfonsín y Carlos Menem pudieron, en tiempos modernos, cambiar algunas cosas de la Constitución, pero no su preámbulo ni su declaración de derechos y garantías.
Me surge una pregunta: ¿qué factores influyeron en el resultado electoral del pasado domingo 19? La respuesta a esta pregunta se podría encontrar, en primer lugar, en el inconformismo que llevó a parte de la ciudadanía a votar por Milei, y es que Argentina atraviesa una grave situación económica y social, con dos de cada cinco personas viviendo en la pobreza y una tasa de inflación anual de aproximadamente el 143% en octubre. Es la tercera gran crisis de este tipo que el país pasa desde que recuperó la democracia hace 40 años, tras la hiperinflación que anticipó el fin del gobierno de Raúl Alfonsín en 1989 y el estallido social que provocó la caída del presidente Fernando de la Rúa en 2001.
La crisis actual cobró mayor importancia para la elección, cuando Sergio Massa fue escogido como candidato oficialista a la presidencia de Argentina, al mismo tiempo que ejercía el cargo de Ministro de Economía del país y que durante su gestión demostró su poca habilidad para atenuar los efectos sociales de la crisis. Por lo tanto, estimo que los votantes se inclinaron por un cambio drástico que incluiría las medidas antes señaladas, con la esperanza de lograr un equilibrio económico y social.
El discurso anti-establishment, con duras críticas a lo que Milei denomina “casta política” permitió, al presidente electo, atraer a votantes hartos del gobierno peronista y de la clase política, a pesar de la incertidumbre y el temor que sus propuestas causan. El apoyo de la centroderecha antiperonista fue fundamental, ya que fue desde ahí que recibió el importante caudal de votos para la segunda vuelta electoral, es decir, del expresidente Mauricio Macri y la excandidata presidencial Patricia Bullrich, que salió tercera en la primera vuelta del partido Juntos por el Cambio y quienes también tendrían una cuota de poder en el nuevo gobierno.
Si bien es cierto que el nuevo presidente de Argentina, con discursos encendidos, convenció a más de la mitad de los argentinos en edad de votar de que sus propuestas de reducir el Estado, dolarizar la economía y privatizar empresas públicas son la solución a la inflación y a la pobreza que arrasa el país y ahora se enfrentará a un enorme desafío: llevarlas adelante. El presidente electo tiene los votos que le hicieron ganar la presidencia Argentina, pero no cuenta con estructura de partido ni con apoyos legislativos y territoriales para emprender, en solitario, las transformaciones estructurales que impulsa. Es por ello que algunos veteranos analistas políticos, de ese país, temen a una deriva autoritaria.
El presidente electo no manifestó, en el pasado, especial afecto por el diálogo con sus rivales, a los que insultó sin piedad durante la campaña y por si fuera poco había anunciado que “ya tenía un plan para reprimir las protestas que, espera, generará su política”. En este punto me surgen otras preguntas: ¿Cómo aterrizará estas propuestas en un programa de gobierno? ¿Podrá gobernar en paz esta nueva derecha, producto del ensamblaje de libertarios y macristas?
Ciertamente, son preguntas difíciles de responder, ya que no se debe olvidar que el movimiento sindical y social, hijos del peronismo, tienen un gran poder en el país, sobre todo frente a un gobierno que se ubica más a la derecha que la representada por el expresidente Macri y que promete una terapia de shock como nunca la ha habido en Argentina.
Como ejercicio intelectual me propuse a ubicarme en el escenario hipotético de que los votantes empezaran a exigir mejoras del ESTADO DE BIENESTAR, y como se dice en Argentina: LA ECUACION NO CIERRA.
En términos normales, un nuevo presidente tiene el deber de no romper los consensos sociales básicos, como la justicia social, el respeto a las minorías y el repudio al terrorismo y a la corrupción. Es, a mi entender, la responsabilidad de cualquier jefe de Estado, resolver los inconvenientes de la mejor manera posible, controlando los daños y protegiendo a los sectores más vulnerables.
Está claro que la gravedad de la crisis no puede dar lugar a políticas que hagan peligrar instituciones y valores que son la base de la democracia.
Desde esta Columna, le deseamos al nuevo presidente de la República Argentina, Economista Javier Milei, el mayor de los éxitos en su gestión.