En su primera visita a América Latina, el presidente de Irán Ebrahim Raisi, sostuvo encuentros con los 3 autócratas más resaltantes de América latina: Nicolas Maduro, Miguel Diaz-Canel y Daniel Ortega. A mí modo de ver, no es para sentirse orgullosos de tener amigos como esos.
Esa gira del presidente de Irán por América Latina, específicamente al triángulo conformado por Cuba, Nicaragua y Venezuela, si bien no levantó el polvorín que esperaban, tampoco pasó desapercibida ya que esta responde más a intereses iraníes que a los de América Latina. No hay que olvidar que Irán se encuentra en la búsqueda de apoyo, en este caso de países amigos, que le permitan atenuar el aislamiento económico al que se encuentra sometido.
Esta visita la veo más como un intento de que esas relaciones tomen nuevos bríos para llevarla a los niveles en que estaban cuando el bloque bolivariano estaba liderado por el innombrable Hugo Chávez frías.
Cuando era profesor universitario, siempre les recomendaba a mis alumnos una metodología fácil y precisa, que facilitaba el análisis de temas políticos y económicos solo con hacernos 3 preguntas: ¿DE DÓNDE VENIMOS?, ¿DÓNDE ESTAMOS? Y ¿PARA DÓNDE VAMOS? . Lo suficiente para orientarnos en el análisis.
En este caso, cabe hacernos otras tres preguntas fundamentales sobre esa relación: ¿Cómo fue el proceso que permitió el acercamiento de países con historias, culturas y regímenes políticos diferentes? ¿Qué valores comparten los países latinoamericanos con el régimen de Iraní? ¿Hasta qué punto esas relaciones dependen de coyunturas, más latinoamericanas que iraníes? . Responder a estas preguntas es vital para poder comprender lo que realmente está en juego.
Las relaciones bilaterales Irán-América Latina se amplían y consolidan a partir de 2005. Si bien históricamente tuvieron un perfil bajo, el Irán imperial mantenía vínculos diplomáticos formales con: con Argentina, desde 1902; con Brasil y Uruguay, desde 1903; con México, desde 1937, y con Venezuela desde 1947. El petróleo, fuente principal de los recursos iraníes, facilitó el contacto con la Venezuela de Carlos Andrés Pérez, fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
El sha Reza Pahlevi visitó Caracas en 1975, y Carlos Andrés Pérez viajó a Teherán en 1977. Más tarde, la Revolución Islámica de 1979, que derrocó la monarquía, no supuso cambios cualitativos en la relación mutua. Apenas se pueden señalar algunos contactos y proyectos, pero siempre dentro del marco de la OPEP.
Entre 1986 y 1991, Argentina e Irán establecieron una cooperación nuclear civil bajo control de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). El proyecto agotó rápidamente sus potencialidades por dos razones: la guerra entre Irán e Iraq y, el alineamiento político-militar de Argentina con Estados Unidos, así como la participación argentina en la primera Guerra del Golfo llevaron a Argentina a suspender toda forma de cooperación con la Organización Iraní de Energía Atómica (AEOI, por sus siglas en inglés) en 1991, durante el gobierno de Carlos Menem.
Pero la llegada de Mahmud Ahmadineyad a la presidencia Irán, en 2005, coincidió con el ascenso al gobierno de dirigentes nacionalistas y de izquierda en América del Sur: Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil (2003), Néstor Kirchner en Argentina (2003), Evo Morales en Bolivia (2006) y, poco tiempo después, Rafael Correa en Ecuador (2007), Fernando Lugo en Paraguay (2008) y José «Pepe» Mujica en Uruguay (2010); ya Hugo Chávez Frías estaba en el poder. El nuevo presidente iraní se desplazó cuatro veces a América Latina entre 2006 y 2010; dos veces más en 2012 y tres entre enero y mayo de 2013. Visitó Venezuela en cada uno de estos viajes, pero también Bolivia (en dos oportunidades), Brasil, Cuba, Ecuador y Nicaragua.
Los presidentes de estos países latinoamericanos devolvieron esas visitas: Chávez estuvo seis veces en Teherán, Evo Morales en dos ocasiones, y Rafael Correa, Lula y Daniel Ortega viajaron en una oportunidad. Después de los jefes de Estado, ministros y diputados intercambiaron visitas.
Estas instancias facilitaron la firma de innumerables acuerdos. Por ejemplo, en 2007, Irán se integró a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), creada por iniciativa de Venezuela. Adicionalmente, Irán y Cuba activaron conferencias económicas conjuntas en 1986, y Brasil e Irán crearon un foro de diálogo en 1999. La saga continuó en 2002, Caracas y Teherán constituyeron una comisión mixta para asegurar el seguimiento de su cooperación (entre 2000 y 2011 fueron suscritos 271 tratados). Paralelamente, Bolivia e Irán instituyeron un dispositivo de consultas políticas en 2007 (se firmaron decenas de acuerdos bilaterales en ese marco). Lo anterior abrió un amplio abanico de formas de cooperación entre Irán y algunos países latinoamericanos: armamento con Bolivia y Venezuela, energía y petróleo con Ecuador y Venezuela, finanzas con Bolivia, Cuba y Venezuela, inversiones iraníes en Bolivia, Nicaragua y Venezuela.
Estos foros y acuerdos empezaron a producir efectos concretos; primero aparecieron instrumentos de facilitación de relaciones bilaterales. Se suspendió la obligación del visado entre Irán, Bolivia, Nicaragua y Venezuela. Iranair y Conviasa abrieron en 2007 una línea aérea que une semanalmente Caracas, Damasco y Teherán. El Banco Industrial de Venezuela y el banco iraní Edbi crearon una filial común en 2009, mientras los países del ALBA organizaban ferias comerciales en Teherán. Un caso patético fue el de Argentina en tiempos del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que pensaba que una simple explicación de parte iraní por los atentados de la Amia, le permitiría hacer borrón y cuenta nueva y combinar justicia con Realpolitik. Pero la resistencia de la oposición parlamentaria y de la dirigencia judía local, bloqueó la vía que pretendía seguir el gobierno.
Este es el marco fundamental en las relaciones entre ese país y Latinoamérica.
Sin embargo, esa visita en particular se da en medio de tensiones entre Occidente y el mundo no libre, no solo por la guerra en Ucrania, sino también por el enfrentamiento global por los valores democráticos, frente al autoritarismo exhibido, sin ninguna vergüenza por el mundo, por la casi totalidad de los socios latinoamericanos de Irán.
Tengo la sensación de que existe un detallazo y este puede ser que los países latinoamericanos no gobiernan de la misma manera que Irán, es decir, que no conciben la política de la misma manera, pero sí comparten “las declaraciones contra el imperialismo americano y la voluntad de mostrar que son posibles las alianzas alternativas”. En resumen, y sin entrar en asuntos relativos a la ideología o a los principios que sustentan la acción del gobierno iraní, se puede constatar que la defensa de la soberanía es más importante que cualquier otro tema, el hilo conductor que pudiera permitir un acercamiento con los algunos gobiernos latinoamericanos.
Y es que nada ni nadie puede garantizar la continuidad en el poder de gobiernos soberanistas de izquierda, al menos en América Latina. En el caso iraní, se puede suponer que mientras se mantenga el poder de los ayatolas cualquier gobierno que surja se seguirá apoyando en la Guía de la Revolución, manteniendo las líneas generales de la política interior y exterior. Este no es el caso de América Latina ya que las políticas internas y externas de la región están a merced de procesos electorales de naturaleza distinta y cuyos resultados pueden suponer orientaciones muy diferentes.
Sin la continuidad de los gobiernos actuales, por supuesto, se quebraría, en países como Venezuela, Nicaragua, Brasil y Cuba (en este caso no muy claro por cierto), no solo el marco de la política económica sino también la diplomacia soberanista que la acompaña. Otro gallo cantaría si la permanencia de esos gobiernos se extendiera en el tiempo. Vale la pena mencionar la Nicaragua sandinista que había tendido puentes en la misma dirección de la Revolución Islámica, pero que se suspendieron cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) perdió las elecciones en 1990.
No se puede olvidar el caso de Venezuela. Irán, desde 2020, ayuda a aliviar parte de la escasez de combustible en Venezuela, así como la restauración de las refinerías petroleras, la comercialización de petróleo en el mundo para evitar las sanciones y, la muy estrecha cooperación militar con Venezuela.
Sin embargo hay puntos que no son muy comprensibles en una visita a varios países, de un jefe de estado. El caso de Brasil que no estaba en la agenda de Raisi en su gira por América Latina, aún cuando el Presidente Lula está trabajando para que Irán se incorpore al grupo de los BRICS, y es Lula da Silva el que está trabajando en la creación de una moneda que sustituya al dólar estadounidense como medio de pago internacional. Propuesta coincidente, en esa materia, con lo que ha propuesto Irán.
Posiciones principistas como una nueva organización del mundo, socavar la influencia de las grandes potencias y, la construcción de un modelo de gobernabilidad global, ampliando las capacidades de decisión tanto en la diplomacia como en la economía la comparten, de una forma u otra, los gobiernos latinoamericanos definidos como bolivarianos, y también otros, como Argentina o Brasil.
No obstante estas relaciones Irán-América Latina, a pesar de sus avances, no son globales, y estos países mantienen relaciones comerciales más fuertes con las principales economías del mundo, que con los países en desarrollo y no va a ser fácil revertir esta situación ni en el corto y menos en el largo plazo ya que el desarrollo de la cuarta revolución industrial va creando un ambiente de consolidación del modelo vigente y de su respectiva profundización.