Ninguna democracia está exenta de inestabilidad, parte 2 Brasil

Siete días después de la investidura del presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva, miles de manifestantes bolsonarista invadieron las instituciones federales del país.  El argumento central de esta acción fue que las elecciones de Brasil, de 2022, fueron “amañadas y robadas”.

Los invasores se pelearon con los policías que custodiaban los edificios y atacaron a los periodistas que cubrían el evento, destrozaron obras de arte valoradas en millones de dólares. Sin embargo, después de un poco más de 2 semanas todavía no está claro quién organizó el ataque o cómo se planeó. Pero si algo queda claro de todo esto, es que se inspiraron en el hombre que Lula derrotó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

No obstante lo anterior, es de hacer notar un DETALLAZO de este escándalo político: los partidarios de Jair Bolsonaro llevaban dos meses acampados frente al Cuartel General del Ejército pidiendo a los militares que dieran un golpe contra el ganador de las últimas elecciones, Lula da Silva, e iniciaron la caminata de nueve kilómetros que los llevaría a la plaza de los Tres Poderes y actuaron como se señaló en párrafos anteriores. Marcharon de manera pacífica y fueron escoltados por miembros de las fuerzas de seguridad, como si acudieran a un espectáculo, o a una celebración religiosa. Para participar en el evento utilizaron 150 autobuses que procedían de distintos lados de Brasil, llevaban banderas, se tomaron fotografías, grabaron lo que les llamaba la atención y corearon consignas. Lo que describe una especie de carnaval, grotesco, por adelantado.

Se me dificulta creer que no se sabía lo que podía pasar. Es de suponer que ese asalto tuvo una larga preparación y fue anunciado a gritos en las redes sociales, con mapas y fotos. La demora en repeler la agresión no tiene una explicación lógica aunque pudo ser el producto de decisiones deliberadas o de simple incompetencia. Los hechos están ahí, son graves, pero a mi entender lo importante es el mensaje que de ello se desprende.

La respuesta del nuevo gobierno fue la tradicional, en primer instancia, detención de alrededor de 1500 personas que con seguridad serán procesadas judicialmente, las investigaciones han permitido generar sospechas sobre todos los que participaron en el gobierno de Bolsonaro e inclusive hay detenido un exministro y por supuesto sospechas grandes de que el propio expresidente fue el autor intelectual de los actos vandálicos. Nada está claro todavía y pasara mucho tiempo antes de conocer la realidad de los hechos.

El momento es tan peligroso que puede generar decisiones gubernamentales que deterioren seriamente la estabilidad democrática del país. Quien escribe estas líneas, de nacionalidad venezolana, vivió muy de cerca lo acontecido en Venezuela en el 2002, una protesta antigubernamental, muy mal manejada, facilito al Presidente de ese entonces Hugo Chávez Frías, generar todo tipo de persecución y adopción de medidas políticas que en el corto y mediano plazo sirvieron para consolidar su poder fuera del marco democrático. Quizás no sea el caso de Brasil, ojalá y así sea o inshallah, como se dice en árabe, pero la preocupación continúa existiendo.

 

En artículo anterior señale que “A LULA DA SILVA LE SERÁ MUY DIFÍCIL GOBERNAR Y ELLO SE DEBE A QUE SE ENCONTRARA FRENTE A UN CONGRESO CON UNA REPRESENTATIVIDAD MUY FRAGMENTADA DE 30 PARTIDOS, PERO SOBRE TODO TENDRÁ QUE ENFRENTAR EL MURO DEL BLOQUE BOLSONARISTA, Y EN PARTICULAR LA CONFORMACIÓN POLÍTICA DE BRASIL ES MÁS INCLINADA AL PENSAMIENTO POLÍTICO DE BOLSONARO”.

 

En el corto plazo, Lula sale ciertamente reforzado al obtener dentro y fuera del Congreso, un consenso generalizado por lo sucedido. Las imágenes con las que se mostró al mundo lo acontecido valieron más que mil discursos y dejaron en segundo plano a otras noticias. Bolsonaro por su parte sigue en Florida, como que si nada de lo que paso tiene que ver con él. Esperaremos su regreso.

Mientras, hay que estar atentos al mensaje, ya que ese hecho representa un nuevo recordatorio de las crecientes amenazas que se ciñen alrededor de la democracia en el mundo. Episodios, como el ataque al Capitolio de EE UU hace dos años, se inscribe en un amplio marco de síntomas de deterioro global del tejido democrático.

Tan solo en las últimas semanas, aparecen múltiples señales en ese sentido: el dramático descenso hacia el abismo de la democracia peruana; la constatación de la involución de Túnez, tiempo atrás la gran esperanza democrática en el mundo árabe, que ha celebrado antes de Navidades unas elecciones con un 11% de participación, lo cual dice todo respecto a las credenciales del proceso; o la aprobación a principios de diciembre, en Turquía, el Tribunal Constitucional ha bloqueado, en un año electoral, las cuentas del partido prokurdo, el tercero más votado del país, y afronta un serio riesgo de ilegalización.

Estos desarrollos son solo los últimos en un fenómeno de deterioro democrático, acerca del que instituciones y centros de estudio a nivel mundial vienen alertando desde hace algún tiempo. El panorama para la democracia a escala global no es halagüeño, la multiplicación de síntomas retroceso ha crecido muchísimo en los últimos años, por ejemplo Freedom House, registra desde hace 16 años un retroceso de la libertad en el mundo. En ese periodo, cada año son más los países en los que la organización observa un mayor retroceso que aquellos que logran avances. En el balance de 2021, por ejemplo, arrojó 60 países en retroceso democrático y 25 en progreso democrático.

¿Cuáles son las causas de este fenómeno? Obviamente, son múltiples, y cada país tiene sus circunstancias específicas, pero existen algunos denominadores comunes, entre otros cabe mencionar:

-La debilitación del Estado nacional frente la globalización que lo ha convertido en una estructura extremadamente frágil, porque se han deteriorado algunas capacidades, sobre todo la posibilidad de un buen manejo de la economía, lo cual afecta la capacidad de hacer cosas, cumplir promesas, y provoca desilusión y sentimiento de traición.

-La pérdida de confianza en las instituciones democráticas como instrumentos capaces de proveer soluciones sólidas a los problemas de la gente. En este ámbito, un elemento especialmente tóxico es la corrupción, que genera un elevado grado de incredulidad. Un ejemplo de lo anterior es Brasil, una de las razones claves del auge de Bolsonaro fueron los numerosos casos de corrupción del Partido de los Trabajadores (PT) durante el periodo de Lula Da Silva y Dilma Rousseff.

-La desigualdad económica como potente factor de frustración, y en los cambios demográficos-sociales que son percibidos por algunos grupos como realidades amenazantes.

-Y por último, la línea que comienza con las fallas del sistema ante las clases desfavorecidas por la globalización, y prosigue con la generación de descontento popular que posteriormente aprovechan líderes populistas para exacerbar la polarización. Hay amplios sectores de las sociedades democráticas de America latina para los que la asunción de un nuevo gobernante no es señal de que el futuro será mejor, lo que genera un rechazo que abre espacios a peligrosos intentos de sacarle provecho a esa situación, ejemplo de ello es toda America Latina que se encuentra cabalgando sobre el caballo de la frustración.

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