María Gertrudis Teodora Bocanegra Lazo Mendoza nació en Pátzcuaro, Michoacán, cerca de las aguas del hermoso Lago de Pátzcuaro, un 11 de abril de 1765. Fue hija de padres comerciantes de clase media, su papá se llamó Pedro Javier Bocanegra y su mamá era Doña Felicia Mendoza.
A pesar de que las mujeres de la Nueva España pocas veces podían acceder a la educación y que varios conocimientos les estaban vetados, ella tuvo interés y oportunidad de educarse y conocer todo tipo de literatura incluyendo las obras de la Ilustración, que eran libros muy prohibidos por la siniestra Inquisición española. Gertrudis Bocanegra siempre inteligente y valiente fue lectora de sus principales autores y comulgó con el pensamiento liberal de Voltaire y Rousseau.
Además de sus lecturas, otras ideas cruzaban su mente ante la tremenda realidad que vivía, como la idea de lograr ver a su querida tierra y a su gente libre e independiente. Las grandes discriminaciones y maltratos que los españoles y criollos les hacían sufrir a los pueblos originarios y a los esclavos le parecían inadmisibles y crueles. Tampoco soportaba el tener que depender de un lejano Rey de España a quien nadie conocía, ni jamás lo habían visto por aquí y cuyos siniestros ejércitos habían hecho estragos en esta tierra que los europeos consideraban su colonia, imponiendo un régimen de terror, saqueo y violencia.
Gertrudis conoció a quien sería su pareja, Pedro Advíncula de la Vega y poco tiempo después se casa en mayo de 1785. Tenía veinte años de edad, su joven novio era un soldado de la tropa provincial de Michoacán que había venido de la isla de Cuba, con él procreó cuatro hijos: Tres mujeres y un hombre. Pedro era alguien con quien pudo empatizar puesto que ambos odiaban la esclavitud que había ya conocido en Cuba y después aquí en lo que los invasores españoles nombraban “Nueva España”. Pedro tenía ideas avanzadas y estaba completamente de acuerdo con su mujer sobre la inminente necesidad de una transformación nacional y social aquí en el Anáhuac. Ese vínculo entre ellos fortaleció su amor y su fe en la causa.
Los ideales de próceres independentistas y liberales influyeron fuertemente en la ideología de Leona. Se respiraban aires de rebelión. Ella inquieta y curiosa, fue asidua visitante de la casa del cura Miguel Hidalgo. Acudía a las tertulias que él organizaba, además de que con él intercambia libros originales o traducciones realizadas por el propio sacerdote Hidalgo. Gertrudis, que tuvo acceso a textos prohibidos por la Inquisición, influida por estos autores, se identificó rápidamente con la causa patriótica y la idea de la Independencia del Anáhuac, de modo que es natural que se adhiriera a la causa cuando estalló la Revolución de Independencia.
Dado que Gertrudis vivía “bien”, digamos que “entre algodones”, tuvo el gran mérito de haber dejado esa vida privilegiada para arriesgarlo todo por la causa social y nacional entregándose por completo a ella, empeñó su familia y sus recursos en la lucha por la soberanía. Además, fue algo raro para aquella época de viejas costumbres que siendo una mujer se atreviera a participar activamente en la vida pública, lo que era muy “mal visto” pues contrariaba las tradicionales costumbres patriarcales que dominaban esa época oscura de nuestra historia. Así rompió con esa cultura machista regional y nacional que marginaba siempre y en todo a la mujer, que no era tomada en cuenta para nada.
Entonces cuando estalló la Guerra de Independencia mexicana, Gertrudis se adhirió rápidamente al movimiento. Además, convenció a su esposo y a uno de sus hijos queridos, José Manuel Nicolás Advíncula Bocanegra, para unirse a las filas de Miguel Hidalgo y combatir con las armas en la mano. Trágicamente ambos murieron combatiendo al lado de Hidalgo y los suyos. Su esposo y su hijo cayeron en batalla bajo las órdenes de Muñiz que se había incorporado hacía poco a las fuerzas de Miguel Hidalgo y Costilla en Guadalajara. Los dos participaron en la Batalla del Puente de Calderón el 16 de enero de 1811, batalla trágica en la que los Insurgentes, por azares del destino, fueron derrotados por el cruel Félix María Calleja, apoyado por su lugarteniente Agustín Iturbide y que llevó a los iniciadores del movimiento a ser capturados y fusilados en Chihuahua.
Al quedarse sola, lejos de doblegarse, se entregó con más entusiasmo a la causa de la Independencia, dedicándole toda su energía. Durante algunos años sirvió como correo encubierto de los Insurgentes en Michoacán, en la región de Pátzcuaro y Tacámbaro. Junto con otras mujeres armó una ingeniosa red de comunicación entre las principales sedes de la rebelión independentista.
Las mujeres eran un verdadero motor de esa lucha. Trabajó Gertrudis bajo el mando de su yerno Gaona. Era incansable y comprometida en todo, auxilió a los rebeldes con noticias, comida y dinero, facilitando al mismo tiempo su propia casa para que se llevaran a cabo ahí, en completa clandestinidad, las reuniones de los partidarios secretos del movimiento. No cabe duda de que Gertrudis poseía un gran talento para organizar y dirigir. Su carisma era como un imán. Pronto armó una red activa, poderosa, llena de entusiasmo.
Además, por su amor a los pueblos originarios había aprendido a hablar purépecha y tenía mucha comunicación con las comunidades que la ayudaban en todo, seguían todos los movimientos de los realistas y ella lo informaba a los rebeldes, también estaba al pendiente del recorrido de las tropas insurgentes, abasteciéndolas con víveres, armamento, vestimenta y cuanto necesitasen. Transmitía información por medio de papelitos enrollados en cigarros y dentro de escapularios para disimularlos.
La lucha tuvo momentos muy dolorosos, duros y difíciles, pero a ella no la quebrantaron, ni siquiera situaciones límite como la muerte de los principales impulsores e ideólogos del movimiento, sus líderes más queridos: Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón. Su captura, juicio y fusilamiento, aunque la golpearon fuertemente no la detuvieron ni un instante en su tesonero empeño de liberar a su país, al que Morelos ya había llamado México. Gertrudis se integró aún con más ánimo a las fuerzas en resistencia contra el Imperio español.
No se cansaba de recabar noticias, dinero, medicina, pólvora y más armamento, al mismo tiempo que se dedicaba a atender a los enfermos y a los heridos. Otra faceta de su constante labor fue la de desempeñar tareas de espionaje, pues por su ubicación social tenía muchos y muy diversos contactos, aún con personas partidarias del gobierno virreinal.
Hablaba con todo el mundo y en cuanto daba con personas, que las había muchas, que simpatizaban con un cambio, ella buscaba concretar alianzas en apoyo a los sublevados. Nunca dejó de encargarse de organizar a las mujeres y dedicaba mucho tiempo en convencer a los indígenas, que confiaban mucho en ella, para que se adhirieran activamente al movimiento. Toda su labor era extremadamente peligrosa, Gertrudis vivió esos históricos días en un riesgo tremendo y ya nada la detenía, estaba dispuesta a todo.
En la etapa de resistencia de la guerrilla insurgente, Bocanegra fue enviada a Pátzcuaro con el propósito de ayudar a los rebeldes patriotas a la toma de la ciudad. Pero desgraciadamente fue descubierta y luego de ubicarla como subversiva la hicieron prisionera del ejército realista. Resulta que había sido delatada por un traicionero al que le había salvado la vida. Al Mujeres en lucha 77 haber sido descubierta, no sólo cayó prisionera ella, los pérfidos realistas también encarcelaron a sus tres hijas y de inmediato fue sometida a crueles torturas para que delatara a los otros participantes de la revolución patriótica, le querían arrancar información para que diera los datos que tenía sobre la importante organización “Los Guadalupes”. Esta red clandestina en la que participaba Gertrudis ayudó siempre a los Insurgentes, espiando en los centros neurálgicos, empezando por la Ciudad de México, donde consiguieron información muy valiosa que le transmitían a los ejércitos insurgentes, a quienes además de hacerles llegar información, les conseguían abasto, armas y hasta imprentas que usaban para materiales de difusión que daban a conocer el ideario soberanista.
Fue acusada de sedición en contra del Rey español, nunca se doblegó a pesar de que bien sabía y conservaba un vivo y doloroso recuerdo de la triste suerte de otras mujeres que fueron fusiladas en las plazas públicas por los violentos invasores europeos. Como sucedió en tantos casos de la gesta histórica, por ejemplo en el de Tomasa Estévez quien fue fusilada en agosto de 1814 por órdenes del cruel realista Agustín de Iturbide, también supo Gertrudis del ajusticiamiento de doña Luisa Martínez en 1815 en la población de Erongarícuaro, Michoacán. Aun sabiendo esto y la amenaza inminente que se cernía en contra de ella, no cedió ante sus captores, mantuvo su dignidad y la seguridad de sus compañeros insurgentes.
Gertrudis se mantuvo firme y con la moral muy alta. Las amenazas de despojarla de todos sus bienes y de los de la familia no dieron ningún resultado. Tampoco mellaron su ánimo los ofrecimientos de dejar libres a sus hijas a cambio de delatar a sus compañeros de lucha. Nada pudo obligarla a traicionar a la causa, ni su inminente condena a la pena máxima. De modo que Gertrudis nunca dio información a los españoles a pesar de innumerables interrogatorios que resistió heroicamente, firmando su sentencia de muerte. Luego de que fue enjuiciada, la encontraron culpable de traición al Rey.
Se dice que ya que ella tenía la costumbre de llevar información oculta en el papel donde se liaban los cigarros, los españoles decidieron torturarla quemándole con las brasas de los cigarros encendidos. Relatos de la época señalan que la muerte que le daban a las mujeres independentistas era horrible, les hacían sufrir enormidad de excesos y crueldades, como desnudarlas en público, en una sociedad en la que tenían gran pudor, para luego exhibirlas ante todos en la principal plaza del pueblo. El objetivo era escarmentar y dar una lección a quienes aspiraban a la libertad.
Su congruencia fue castigada, no querían que cundiera el “mal ejemplo” que daba Gertrudis. Fue fusilada al pie de un fresno de la plaza mayor, la Plaza de San Agustín de Pátzcuaro, hoy Vasco de Quiroga, el 11 de octubre de 1817. Hasta el último momento mantuvo una actitud digna y retadora, trataron de que delatara a sus compañeros, incluso el sacerdote encargado de su confesión final no pudo convencerla de que a cambio de su vida diera la información sobre sus contactos en la insurgencia.
Se mantuvo imperturbable, ya con los ojos vendados y atada de pies y manos, arengó en purépecha a la población, al grito de: “Sigan luchando por la Patria, llegará el día de la libertad. Luchad con fe y constancia, Dios habrá de premiar nuestro esfuerzo concediendo la libertad que ambicionamos”. Las balas acallaron su voz, pero sus palabras aún resuenan en pleno siglo XXI en el que luchamos contra un nuevo Imperio, el norteamericano y para independizar a México del neocolonialismo.
Bocanegra, fue una de las muchas mujeres que lucharon y murieron en las guerras de Independencia. La lucha seguía, al mes siguiente de su asesinato, el 11 de noviembre de 1817 es fusilado el militar español Francisco Xavier Mina, quien vino desde Europa a apoyar la causa de la Soberanía Mexicana. aun así continuaban el combate Vicente Guerrero, Pedro Ascencio, Guadalupe Victoria y miles de mujeres.
Vemos pues que existieron grandes mujeres que dieron su vida y su sangre por la Independencia. Mujeres que lucharon a la par de los hombres, entre ellas está la michoacana Gertrudis. El lugar donde fue sacrificada cuenta actualmente con una placa conmemorativa junto al árbol donde fue ejecutada Doña Gertrudis Bocanegra.
A fines del siglo pasado, para recordar su vida, la actriz Ofelia Medina escribió el guion de “Gertrudis”, en la que ella personificó a la heroína, esa cinta fue filmada por Ernesto Medina en 1992. Magnífica película. Gertrudis Bocanegra es una mujer sembrada para siempre en los corazones de las y los mexicanos. En esta película su recuerdo renace con toda la fuerza de la existencia de esta gran mujer michoacana.