Se dice que los celos se definen como el estado mental caracterizado por los sentimientos negativos que nacen de reflexiones que, estando fundamentadas o no, nos hacen desarrollar miedo a perder a alguien a quien amamos. En otras palabras, son inseguridades. Yo tengo mi propio concepto de los celos. “Celo” para mí, es un verbo admirable dentro de otro verbo: “Amar”, que lo complementa, perfecciona y que jamás podría conjugarse separadamente.
Es increíble pero las cosas más absurdas, crueles y también las más tiernas y sensibles se han hecho por celos. Me parece ridícula la posición de algunas personas, hombres y mujeres que al preguntarles que si son celosos, contestan enfáticamente (como para que no se interprete mal su debilidad) tratando de ser objetivos y veraces, que ellos no tienen ese “lastimoso” sentimiento, porque son seres muy “civilizados”. A mí entender, ¿sería que solamente en la jungla reina ese sutil sentimiento? Entonces, no quiero que la duda arrase mi mente, corroa mi espíritu y me convenza de que todos los que sentimos celos racionales, entramos de plano en la domesticada “fauna”.
Y volviendo a nuestro mundo de los “racionales”, en el que sí puedo adentrarme, por supuesto con las limitaciones propias del ser humano, creo necesario aclarar mi punto de vista con respecto a los tan azotados celos.
Si partimos del sonido frío y gélido que se usa para pronunciar esta palabra, no cabe duda que los celosos nos sentimos humillados y empequeñecidos. Déjeme decirle que hablo no solamente de la pareja, también se siente celos por una amiga-o o por el padre o la madre. Ahora, cuando hurgamos la sensibilidad de los que así nos hacen sentir, no podemos dejar de agradecer y valorar aún más nuestra propia capacidad de celar. Eso sí, una amenaza real debe existir y no debe ser que surja en nuestra mente o de nuestra inseguridad. Lo fundamental aquí es que ante unos celos positivos reaccionemos con madurez emocional y trabajar en la autoestima.
El individuo que no cela decididamente no sabe amar y tampoco, provocará celos en los demás, por lo que merecen un poco de compasión. Los celos después de que no sean agresivos, y no hagan daño, no son malos, es natural que se sientan celos.
Los celos van unidos al amor que es imposible sentir uno sin el otro.
Cada persona tiene mayor o menor capacidad de celar y los motivos para ello no son necesariamente más o menos importantes. Simplemente se cela en la medida en que cada uno se siente herido por las acciones del otro y, al ser un sentimiento espontáneo, nunca se puede predecir el alcance y sus consecuencias. Por otro lado, el hombre que se siente “mártir de los celos”, o “víctima inocente infundada”, no sabe cómo sería su situación si dejara de ser mártir para convertirse en “Otelo”. Ya que Otelo vivió su amor en plenitud, sin sacarle ventajas. La plenitud con la que todo ser humano debe vivir una emoción o un sentimiento.
Los amores grandes y verdaderos se defienden no con la agresividad sino con los celos, que deben tener cabida siempre y cuando el ser amado esté en peligro, ya sea de perderlo o de sentirse relegado a otros planos, ya que debe estar situado en el primero.
En el amor las influencias ajenas son perniciosas, ya que estas tratarán de hacer valer sus ideas a pesar de tener amplio conocimiento de las ideas de la pareja. Esta es a la única que debe competir las maneras de reafirmar, perpetuar y entender su amor, aunque a veces sean actitudes equivocadas. Ello con la voluntad férrea de revisión y enmienda, sin rencor, orgullo mal entendido o poca capacidad para comprender y perdonar. Además, sin sucias revanchas o mala predisposición al diálogo, y poder llegar con este, a un buen acuerdo; siempre y cuando sea convincente y real para la pareja, o para los que participen en una situación similar.