Tres meses después del terremoto que afectó al sureste de Turquía, las ciudades más afectadas intentan recuperarse con desigual suerte.
En Nurdagi, no hay edificios habitables, pero entre las tiendas de campaña y casas prefabricadas, hay una calle de negocios establecidos en casetas.
Los residentes reciben una cantidad mensual de puntos para canjearlos por productos básicos en un supermercado gratuito que busca ofrecer a la gente la posibilidad de recuperar cierta normalidad psicológica.
Los empleados son residentes locales que reciben un salario y ayudan a dinamizar la economía local.
En Antioquía, una ciudad completamente destruida, algunos negocios vuelven a funcionar durante el día en el histórico bazar Uzun Çarsi.
Sin embargo, la mayoría de los habitantes se ha ido a los pueblos de los alrededores o a otras provincias, y no hay ninguna casa en condiciones de ser habitada.
Aunque algunos negocios resisten, la ciudad sigue siendo un fantasma.