La ausencia del papa Francisco, para evitar el frío tras recuperarse de una bronquitis, marcó el Vía Crucis celebrado este Viernes Santo en el Coliseo de Roma, dedicado a los conflictos en el mundo y con una marcada presencia de la guerra de Ucrania por la carta de dos jóvenes, uno ucraniano y otro ruso.
Aunque se ausentó para terminar de recuperarse tras recibir el alta hospitalaria hace una semana, Francisco quiso que las catorce meditaciones del Vía Crucis, que narran la subida al Calvario de Jesús, su crucifixión y su deposición en el sepulcro, describiesen la que él llama la “Tercera Guerra Mundial a trozos”.
Se trata de la primera vez que Francisco no acude personalmente a este rito, aunque Juan Pablo II tampoco participó en 2005 por su delicado estado de salud, poco antes de fallecer.
La ausencia no evitó que el Coliseo, símbolo de la persecución de los primeros cristianos, volviera a acoger a miles de fieles -unos 20.000 según el Vaticano- para participar en un rito que se remonta al siglo XVIII, en tiempos de Benedicto XIV, aunque fue retomado en 1959 por Juan XIII.