El día que murieron Pasolini y Saarinen y cambió el Mundial.
El Mundial de Motociclismo, ahora de MotoGP, está plagado de días de éxito, carreras emocionantes o fiesta deportiva en estos 1.000 grandes premios que se cumplieron recientemente en Le Mans. Sin embargo, también tiene sus días negros, los peores recuerdos de su preciosa historia.
Uno de ellos es, sin duda, el 20 de mayo de 1973, el que se recuerda como La tragedia de Monza, y del que hoy se cumplen precisamente 50 años, medio siglo.
Ese fin de semana se disputaba en el trazado lombardo el Gran Premio de las Naciones. Monza ya estaba considerado como ‘El templo de la velocidad’, con una tradición enorme en una instalación inaugurada en 1922.
La carrera de 250cc era la penúltima del programa, con sólo la de 500cc prevista para después. Con anterioridad habían rodado las otras categorías, siendo 350cc la precedente. En ella se había impuesto Giacomo Agostini, con su MV Agusta, con 9,80 segundos de ventaja sobre Teuvo Länsivuori. ‘Ago’ se fue a su ‘caravana’ a descansar y prepararse para la de 500cc.
Saarinen tenía la pole para la de 250cc. Se dio la salida y, un kilómetro después, a la llegada al ‘curvone’, sin embargo, Dieter Braun se había puesto primero y tiraba. Tras él iban Pasolini, Saarinen, Kanaya y Lega. De repente, a unos 200 km/h, Saarinen choca con Pasolini. Ambas motos y ambos pilotos van contra las protecciones cercanas, unos guardarraíles cubiertos con balas de paja, y rebotan volviendo a la pista. Allí, otros competidores tratan de esquivarlos y también se caen, incendiándose sus máquinas. Entre ellos estaba el español Víctor Palomo.
Por supuesto, todo se paró al momento. Llegaron los servicios de auxilio, pero ya comprobaron que Saarinen y Pasolini habían muerto en el acto. Mientras, el público no sabía nada, pues sólo Braun había pasado por meta. La carrera se anuló y también la de 500cc.
El aceite en pista
En un principio, parte de la prensa italiana culpó al aceite en pista como causa del accidente. En la carrera de 350cc, la Benelli de Walter Villa habría perdido aceite y algunos decían haber visto una mancha en esa curva. El italiano había tenido una avería y fue al box, pero sus mecánicos le hicieron volver por quedar sólo una vuelta y terminó quinto. Benelli siempre negó esta acusación.
Un gripaje
Los tribunales transalpinos abrieron una investigación. Tras meses de pesquisas, Alessandro Colombo, el perito contratado para el caso, determinó que había habido un gripaje en uno de los pistones de la Aermacchi Harley-Davidson de Pasolini. La firma estadounidense había decidido cambiar para esa temporada la refrigeración por aire por una por agua.
Otro accidente después
Se dio el caso de que unos días después de la tragedia en el Mundial, el 8 de julio, hubo una carrera en el campenato júnior italiano. En el mismo punto, el ‘curvone’, Renzo Colombini, se fue al suelo, rebotó con las protecciones y volvió a la pista donde fue atropellado por Renato Galtrucco y Carlo Chionio. Los tres murieron en el acto. Las autoridades decidieron cerrar Monza.
Consecuencias
El Mundial decidió no volver al circuito de Monza. Sólo se retornó en 1981 cuando se garantizó que la seguridad se había mejorado. Yamaha anunció que se retiraba del Mundial oficialmente. Sus motos siguieron, pero en manos de pilotos privados que las habían adquirido. Pero, sobre todo, el Mundial perdió a Jarno Saarinen, que estaba considerado como un piloto llamado a cambiar la historia. Era mecánico e ingeniero en Finlandia y competía en carreras sobre hielo. Por eso tocaba con la rodilla en el suelo, algo que nadie hacía. ‘El finlandés volador’ exportó esa técnica al certamen y no se volvió a ver hasta la llegada de Kenny Roberts, que hacía algo similar en el ‘dirt track’ estadounidense.
Saarinen había sido campeón de 250 en 1972 y en 1973 también corría en 500 con Yamaha. A sus 27 años, había ganado en Francia y Austria. En la tercera cita lo hizo Phil Read, quien a la postre se acabó llevando el título en el duelo entre las MV Augusto entre el inglés y Agostini.
Pasolini, por su parte, había tenido menos éxito. Llegó del motocross y se pasó tarde a la velocidad. Sin embargo, había sido subcampeón de 250cc en 1972 y estaba en su mejor momento, a sus 34 años.
Desde entonces, en el Mundial de motociclismo, o en MotoGP, hubo otras desgracias y muertes, pero la tragedia de Monza marcó a unos pilotos, equipos y organizadores que comenzaron a entender que la seguridad era deficiente ante unas motos cada vez más veloces. Ahora, 50 años después, sólo cabe recordarlo y honrar su memoria.