El día 18 de Marzo es más que un simple puente vacacional, sino que guarda un significado importante para los mexicanos.
En la lejana primavera de 1938, el día 18 de marzo, el presidente Lázaro Cárdenas dio punto final a una serie de reformas legales que terminaron por expropiar y nacionalizar la industria petrolera. Por nacionalizar se entiende al acto en el que una nación se “apropia” de recursos naturales, bienes o empresas, que a pesar de producirse en el país, pertenecen al sector privado . Así, al nacionalizarse, de acuerdo con la Real Academia Española, dichos bienes dejan de pertenecer legalmente a las empresas extranjeras, y pasan a ser parte del patrimonio del país y de sus instituciones públicas. Lo contrario a este proceso, entonces, es la privatización.
México, desde siempre abundante en pozos petroleros, y recién salido de la turbulencia de la Revolución, carecía de los recursos y la economía para producir y extraer petróleo por sí mismo. En otras palabras, el país, en la década de los 30, seguía consolidándose como nación. La industria petrolera estaba a cargo, principalmente, de capitales británicos y estadounidenses.
Las reformas encabezadas por Lázaro Cárdenas tuvieron repercusiones económicas, políticas y sociales incalculables para el México de su época, pues por primera vez en la historia independiente, la nación podía afirmar que estaba produciendo para y por el país. La expropiación se consumó con la creación de la empresa estatal Petróleos Mexicanos (PEMEX).
Desde entonces, el Estado mexicano se hizo cargo de todos los recursos materiales (desde edificios y oleoductos hasta refinerías y estaciones de distribución) de las empresas extranjeras. Asimismo se encargó de la extracción y comercialización del petróleo en el país. Este movimiento no solo le devolvió al país un recurso que le pertenecía sino que también ayudó a consolidar la reforma agraria y nacionalizó la red ferroviaria con la creación de la compañía de Ferrocarriles Nacionales de México.