En 2007 unos soldados le dispararon a quemarropa a Villamir Rodríguez. Querían hacerlo pasar por guerrillero, pero, herido en el brazo, simuló estar muerto y logró escapar. Fue el único campesino que sobrevivió a la trama de sangre de los militares en la región colombiana de Catatumbo.
Entonces con 17 años, Rodríguez caminaba solo por una zona rural de El Tarra, en esa región fronteriza con Venezuela, antes de toparse con las tropas que lo retuvieron por unas horas. Caía la noche y llovía cuando dos soldados descargaron una ráfaga de fusil. Cayó con dos disparos en el brazo derecho.
“Me dejaron ahí [creyendo que estaba] muerto, yo no perdí el conocimiento, escuchaba todo”, recuerda a la AFP el hoy hombre de 32 años y mirada fulminante.
Los oyó precisamente cuando dieron un aviso por radioteléfono: “tuvimos un enfrentamiento con el Frente 33 de las FARC, necesitamos (…) el helicóptero’” para recoger el cuerpo. Conteniendo la respiración para no delatarse, vio a los militares acercarse y ponerle una pistola al lado.
Aprovechó entonces un descuido para deslizarse sobre el barro y escapar: “Cuando no encontraron al muerto creo que para ellos fue lo más duro, porque ya me habían reportado como muerte en combate”.
La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) presentó su inusual caso durante dos audiencias en la que por primera vez diez militares retirados reconocieron y pidieron perdón por las ejecuciones de 120 civiles que presentaron como rebeldes muertos en combate entre 2007 y 2008.