Hace un año que Luiz Inácio Lula da Silva ganó las elecciones presidenciales. Sin embargo, a pesar de más de 10 meses de gobierno e incluso un acontecimiento traumático como la invasión el 8 de enero de los palacios del poder en Brasilia, la polarización política en el país no cesa.
Esta dinámica preocupa a los analistas, especialmente con vistas a las elecciones municipales de 2024, cuya primera vuelta ya está fijada para el 6 de octubre. Una cita en la que tanto Lula como el ex presidente Jair Bolsonaro se juegan todos sus recursos, incluidos los económicos, sobre todo de cara a las presidenciales de 2026.
En cuanto a Bolsonaro, queda claro para el país y los electores que es inelegible hasta 2030. El martes, el Tribunal Superior Electoral (TSE) lo condenó por segunda vez por delitos electorales, por uso indebido de las celebraciones del 7 de septiembre, fecha de la proclamación de la independencia de Brasil, que según la condena el ex presidente habría explotado en 2022 como pasarela electoral.
A pesar de este escenario desfavorable para él, Bolsonaro se ha lanzado a la campaña municipal a full y sigue, recíprocamente, atacando a Lula tal y como hace poco más de un año cuando ambos políticos se disputaban la presidencia de Brasil.
El pasado mes de julio, en un acto en San Pablo, Bolsonaro llamó a Lula “analfabeto y burro”, mientras que el presidente, en sus retransmisiones en directo, llamó repetidamente “fascista” a Bolsonaro. Incluso en su última aparición en las redes sociales, Lula, en lugar de dar cuenta a los ciudadanos de sus recientes declaraciones de que “es difícil” que el gobierno alcance la meta de reducir a cero el déficit fiscal para 2024, prefirió desviar el foco hacia Bolsonaro. “Estaba preparando un golpe”, dijo.
En esta dinámica de “ni contigo ni sin ti”, por citar una famosa frase de la película “La mujer de al lado” del director francés François Truffaut, tanto Lula como Bolsonaro proyectan en las elecciones municipales la misma polarización que en la campaña presidencial, como si no pudieran prescindir el uno del otro.
Según la prensa brasileña, son precisamente las declaraciones de Lula sobre la meta fiscal las que demuestran hasta qué punto el presidente no piensa arriesgar su popularidad en un año electoral como 2024 recortando fondos para obras e inversiones sólo para mantener un resultado, el del déficit cero, que parecía irreal desde el principio, aunque aprobado por el propio gobierno.
El Partido de los Trabajadores (PT) cuenta con su apoyo para recuperar el resultado electoral de 2020, el peor de las últimas dos décadas. En 2020, cuatro años después del impeachment de la delfina de Lula, Dilma Rousseff, y del escándalo de la operación anticorrupción Lava Jato, el PT eligió sólo 183 alcaldes.