El avance de la minería sobre tierras indígenas y unidades de conservación en Brasil es una bomba de relojería contra los pueblos de la selva y el medio ambiente, que puede resultar en una destrucción todavía mayor si no se desarma a tiempo, defienden investigadores y activistas.
La minería artesanal se expandió en los últimos cuatro años gracias al incentivo que el entonces presidente Jair Bolsonaro dio a las actividades económicas en la selva, pero sigue siendo una amenaza pese a la promesa del presidente Lula da Silva, de acabar con esta actividad.
“La bomba está armada y ya ha sido detonada, lo único es que sus efectos no han llegado a los blancos y a las grandes ciudades, pero nosotros que estamos en la selva sentimos ese impacto desde hace mucho”, sostuvo el representante del Foro de la Amazonía Occidental, Marco Mota.
De acuerdo con un estudio divulgado por el proyecto MapBiomas, en Brasil las actividades mineras artesanales, que suponen una de las principales causas de la deforestación en la Amazonía, pasaron de 99.000 hectáreas a 196.000 hectáreas entre 2010 y 2021.
El crecimiento de la minería ilegal viene acompañado también de una tendencia a concentrarse en la Amazonía, donde se ubica el 91,6 % de las áreas dedicadas a este tipo de extracción en Brasil.