Decenas de migrantes afganos malviven desde hace meses en un campamento improvisado dentro del aeropuerto internacional de Sao Paulo, el más transitado de América Latina, a la espera de que las autoridades les ofrezcan un lugar digno de descanso.
El estallido reciente de un brote de sarna entre los 206 afganos acampados allí ha aumentado el temor a una crisis de salud pública, mientras las autoridades aseguran que van a buscarles espacio en hoteles de los alrededores.
Navid Haidari, un padre de familia de 39 años que había trabajado como traductor para la OTAN antes de la vuelta de los talibanes al poder, escapó con su familia a Irán en una caminata de 38 horas y en Teherán se presentó ante la Embajada de Brasil.
Desde septiembre de 2021, el Gobierno brasileño ofrece un visado humanitario a los que huyen del régimen talibán para permitirles viajar al país suramericano y, una vez allí, solicitar el estatus de refugiado o un permiso de residencia.
Aunque los interesados tienen que costearse ellos mismos los boletos de avión, la puerta abierta de la diplomacia brasileña ha convertido al país en un destino atractivo.
El número de solicitantes de asilo afganos ha crecido de 30 en 2021 a 405 en 2022 y, tan solo de enero a mayo de este año, entraron a Brasil otros 311 nacionales de ese país, según datos oficiales.