Las únicas despedidas que Rod Stewart ha pronunciado esta noche en Madrid han sido para otros, porque, mientras este 2023 otros fallecían o sellaban su retirada, a sus 78 años este dandi aún sexy y encrespado ha ratificado aquí que le queda mucha pólvora dentro como para decir adiós a los escenarios o a la vida.
“Van a ser dos horas… ¡dos horas!”, ha subrayado y prevenido al público al inicio de su concierto en la capital española, primera parada en una gira que pasará también este mes por la plaza de toros de Murcia el día 20, el festival Starlite de Marbella (Málaga) el 21 y el Concert Music Festival de Chiclana (Cádiz) el 22.
Siete años después de su última visita a Madrid en un íntimo concierto en el Teatro Real en presencia de los Reyes, esta vez ha recalado en el Wizink Center y en un formato más propicio para su estilo desinhibido ante cerca de 12.000 personas, el aforo casi completo cuando la pista se cubre de sillas (aunque sus ocupantes apenas las hayan empleado).
A su favor han jugado su simpatía, su actitud de rockstar (más que la de antiguo icono sexual, aunque también haya jugado con ella esta noche) y, sobre todo, una magnífica banda mixta de doce miembros muy versátiles que han llevado al escenario violines, un arpa, una pequeña sección de viento metal y por momentos hasta triple percusión para arropar un repertorio que podría sostenerse solo.
Porque desde sus inicios a principios de los años 60 en diversas bandas y tras el despegue de su carrera en solitario con “An Old Raincoat Won’t Ever Let You Down” (1969), Roderick David Stewart (Londres, 1945) ha sumado más de una treintena de álbumes hasta el más reciente, “The Tears of Hercules” (2021).
Nada de este trabajo ha asomado por el listado de canciones de esta noche, conformado más bien por una mezcla de grandes éxitos personales y sobre todo ajenos versionados por esa peculiar garganta blanca y rasgada que supo conjugar como pocos rock, blues, new wave, folk y música soul y que en general aún aguanta bien el tipo.