Acalorada, Mary se detiene a observar las carpas, antenas y luces que rodean la corte federal del Distrito de Columbia. “¿Y aquí qué está pasando?”, pregunta en voz alta, a lo que un camarógrafo responde sin levantar la mirada del celular: aquí “imputan a Trump”.
Es la primera vez que Mary (quien pidió ocultar su nombre real) y su familia visitan Washington, desde su natal Arkansas. Como cientos de turistas cada verano, ha caminado durante horas bajo el sol y la humedad de la capital, valiéndose de un gorro pescador y una botella de agua.
Este año, además de la Casa Blanca y el monumento a Washington, los visitantes también se encontraron, por sorpresa, con la preparación mediática y de seguridad ante la llegada del expresidente Donald Trump, para la lectura de cargos por su segunda imputación a nivel federal.
“Para mí, todo esto es una caza de brujas”, dice la mujer de 60 años. Su hija, Lauren, se ríe y su nieto mueve la mano derecha, en un gesto indicando que ya la ha oído demasiadas veces.
Trump es acusado por la Justicia de presuntamente haber intentado revertir los resultados de las elecciones de 2020 y alentado a sus seguidores a irrumpir en el Capitolio durante una sesión para certificar los comicios.