Rusia, Rusia, Rusia”.
La mordaz frase del expresidente Donald Trump para referirse a un torrente de investigaciones durante su Gobierno también sirve para describir el actual colapso en torno a Moscú que sacude la política estadounidense.
Estados Unidos venció al Kremlin en la Guerra Fría y, desde entonces, ha considerado a Moscú un mero irritante (si bien con armas nucleares) y ha estado desesperado por concentrarse en el enfrentamiento con su nueva superpotencia rival, China.
Pero Rusia y su líder, a quien el presidente Joe Biden describió como un “h.d.p. loco” en un acto de recaudación de fondos celebrado el miércoles, no se irán a ninguna parte.
El presidente Vladimir Putin ha desplegado la malicia de sus agencias de inteligencia, su poderío militar, su diplomacia global y su obstruccionismo estatal en un asalto de múltiples frentes contra el poder de Estados Unidos dentro y fuera del país.
Se ha labrado una influencia nefasta en el centro de la política estadounidense en un extraordinario despliegue de un adversario que penetra y explota las divisiones políticas estadounidenses. El ex teniente coronel de la KGB, que concibió un agravio tras ver cómo se disolvía la Unión Soviética desde su puesto de avanzada en Alemania Oriental, ha desatado el caos en un esfuerzo decidido por desacreditar y debilitar a Estados Unidos.
Los sucesivos presidentes estadounidenses han subestimado a Rusia, han malinterpretado sus humillaciones históricas y se han esforzado por averiguar cómo cambiar el rumbo de Putin y contener su amenaza.
Los observadores occidentales señalan a menudo que el liderazgo de Putin ha sido un desastre para Rusia. Mientras los oligarcas saqueaban los recursos naturales, los rusos sufrían el azote de las sanciones internacionales, la democracia era aplastada y miles de soldados perecían en sus guerras.
Pero Putin se ha mostrado notablemente resiliente tras los primeros indicios de que su invasión de Ucrania, que inició hace casi dos años, era un desastre y podría incluso acabar con él. Ahora hay señales de que la recomposición de las Fuerzas Armadas rusas y su disposición a absorber pérdidas horrendas están cambiando las tornas de la guerra y aumentando la perspectiva de una victoria que convertiría a Putin en un peligro mucho mayor.
Mientras tanto, el aprovechamiento del poder por parte del líder ruso y sus exitosas incursiones en la política estadounidense amenazan con provocar un cisma entre Estados Unidos y los aliados europeos de la OTAN que podría poner en peligro la arquitectura de seguridad posterior a la Segunda Guerra Mundial.