No son psicólogos expertos en traumas pero logran con su sola presencia calmar ambientes tensos y rebajar la tristeza. Son los “comfort dogs” (perros de consuelo o terapia), que en Estados Unidos tienen una especialización: los tiroteos masivos.
En lo que va de año han estado, entre otros lugares, en Monterey Park, donde un hombre mató en enero a 11 personas en un estudio de baile, y en Allen (Texas), donde otro atacante asesinó hace tres semanas a ocho personas en un centro comercial.
Esta semana, un grupo de unos diez golden retrievers acudió a Uvalde, en el estado de Texas, donde el miércoles se conmemoró un año del ataque a la Escuela Primaria Robb, en el que murieron 19 niños y 2 profesoras.
Entre los fallecidos estaban dos amigas de Adalyn, de 10 años, quien el día del aniversario acudió con sus padres y su hermana pequeña al memorial que se instaló en la plaza central del municipio tras la tragedia.
Abrazada a su madre, estuvo un rato llorando mientras miraba las cruces con fotografías de los niños, juguetes y flores, que fueron dejando decenas de ciudadanos o familiares a lo largo del día.
Pero cuando apareció Gideon, con su pañuelo al cuello y un peto bordado con la palabra “acaríciame” se puso a tocarlo tumbada en la hierba y la tristeza desapareció de su rostro por completo.
“Acariciar a un perro les trae calma y les ayuda, por un momento, a olvidarse de lo que sea que tengan en mente”, cuenta Bonnie Fear, coordinadora del proyecto perteneciente a las Lutheran Church Charities, una organización luterana con sede en Northbrook, Illinois.