Un hombre de Utah que estuvo recluido casi dos años en una prisión de Venezuela demandó al presidente Nicolás Maduro, acusándolo de encabezar una “organización delictiva” que secuestra, tortura y encarcela injustificadamente a ciudadanos estadounidenses.
La denuncia que Joshua Holt interpuso el jueves en una corte federal de Miami es la más reciente en una serie de demandas presentadas por estadounidenses en contra del gobierno de Maduro por sus supuestos vínculos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que Estados Unidos considera un grupo terrorista.
La demanda exige una indemnización por los daños que —asegura— sufrieron Holt y su familia. Se ampara en la Ley Antiterrorismo de Estados Unidos, rara vez utilizada, la cual permite que los estadounidenses que sean víctimas de grupos terroristas extranjeros incauten los bienes de sus victimarios.
Holt, quien entonces tenía veintitantos años, viajó a Venezuela en 2016 para contraer matrimonio con una feligresa mormona que conoció por internet mientras practicaba su español. Poco después, la pareja fue detenida en el apartamento de la familia de ella, cuando las fuerzas de seguridad pública llevaron a cabo un operativo en un conjunto residencial de vivienda pública bajo el argumento de que Holt acumulaba armas de asalto y granadas. Días más tarde, altos funcionarios aparecieron en la televisora estatal para acusar a Holt de ser un “terrorista de la CIA” que había sido enviado para derrocar a Maduro.
En su denuncia de 99 páginas, Holt detalló cómo, después de ser detenido, fue trasladado hasta una obra en construcción abandonada, en donde fue colocado contra un muro mientras lo que parecía ser un pelotón de fusilamiento le apuntaba con sus armas y disparaba.
“Fue una ejecución falsa: las armas no estaban cargadas”, de acuerdo con la demanda. “Josh pensó: ‘aquí es donde voy a morir, uno de esos policías va a tener una bala’”.
Holt perdió 27 kilogramos (60 libras) durante sus primeros seis meses en prisión. Y sufrió de piedras en los riñones, bronquitis y un doloroso diente roto mientras se encontraba recluido en una pequeña y fétida celda que no contaba con inodoro. El tratamiento médico era prácticamente inexistente.