Joe Biden llegó a la presidencia en 2021 con la promesa de desmantelar las duras políticas de Donald Trump en la frontera sur de Estados Unidos y trabajar con los Gobiernos de Centroamérica con el objetivo de reducir las motivaciones de sus ciudadanos para desplazarse al norte.
Aprovechando décadas de experiencia con la región, Biden reconstruyó las relaciones con esfuerzos para impulsar la cooperación económica y no solo centrarse en mantener alejados a los migrantes. Cortejó a los nuevos líderes y alienó a algunos de los antiguos.
Pero nada de esto fue suficiente.
Los flujos récord de migrantes, incluidos cientos de miles provenientes de países de América del Sur que la Administración Biden no había incluido en sus esfuerzos de ayuda, han desbordado el sistema, convirtiendo el problema en una amenaza existencial para las esperanzas de reelección del presidente.
Mientras el Congreso bloquea una reforma largamente esperada, Biden anunció la semana pasada que su Administración podría restringir aún más la capacidad de los migrantes para solicitar asilo, haciéndose eco de algunas de las políticas de la era Trump que había rechazado anteriormente.
“La Administración esperaba tener el apoyo del Congreso sobre el financiamiento y el tiempo para implementar esa estrategia de las causas fundamentales y no fue el caso”, señaló Roberta Jacobson, diplomática de larga data que ayudó a dirigir la política fronteriza de Biden en los primeros meses de Gobierno.
“De repente había una composición de países de los que provenían los inmigrantes que iba mucho más allá” de las naciones centroamericanas en las que se había centrado la Administración, añadió.
Los funcionarios del Gobierno de Biden sostienen que no había forma de prever la extraordinaria ola migratoria que ha asolado el mundo desde la pandemia, con decenas de miles de personas que llegan a la frontera desde lugares tan lejanos como China y Rusia.
Culpan al Congreso por no haber aprobado un plan de US$ 4,000 millones en ayuda para la región ni haber llevado a cabo ninguna de las reformas necesarias para agilizar el proceso de gestión del enorme número de personas que buscan trasladarse a Estados Unidos.
La fortaleza de la economía estadounidense también ha atraído a emigrantes en busca de trabajo y las redes criminales multinacionales han crecido para alimentar el flujo.
La Casa Blanca también destaca datos correspondientes al primer trimestre de este año, que muestran un descenso de alrededor del 30%, según estadísticas del Departamento de Seguridad Nacional, en el número de migrantes irregulares en la frontera en comparación con los tres meses anteriores.
Los críticos sostienen que la Administración Biden no ha llevado a cabo algunas de las primeras iniciativas destinadas a aliviar la presión en la frontera. En cambio, el equipo de Biden ha recurrido cada vez más a socios latinoamericanos para desalentar a los inmigrantes.
Algunos aliados se han sentido abandonados. Ambiciosas apuestas, como un acuerdo para suavizar las sanciones contra el régimen represivo de Venezuela —el segundo país de origen de los inmigrantes—, fracasaron. Con la propagación de la pobreza y la inestabilidad por toda la región, hay pocos indicios de que el flujo vaya a disminuir.
El primer año de la presidencia de Biden dio la sensación de haber sido una serie de buenos planes que se paralizaban, con frecuentes cambios de liderazgo en la materia, según un antiguo funcionario que habló bajo condición de anonimato.
Los funcionarios de la Administración rechazan esta crítica. El trabajo para reconstruir las relaciones en la región ha dado frutos en forma de mayor cooperación, aunque Washington siempre quiere más, afirmó un funcionario.
Ante el bloqueo de la ayuda en el Congreso, la vicepresidenta, Kamala Harris, consiguió US$ 5,000 millones en compromisos de inversión del sector privado para la región. Los programas de ayuda crearon más de 250,000 puestos de trabajo en Centroamérica, según la Casa Blanca, y los flujos migratorios desde esa región han disminuido.
Funcionarios de la Administración dicen que están muy conscientes de los riesgos políticos del aumento de la inmigración, y citan el auge de los partidos de derecha antiinmigración en Europa.
Pero el enfoque más humano de la Administración Biden en la frontera —un punto de orgullo para un presidente cuyos propios antepasados fueron inmigrantes— también ayudó a cambiar la percepción de los inmigrantes, según grupos de ayuda.
“El discurso influye”, dijo Juan José Hurtado, director de una organización sin fines de lucro de Ciudad de Guatemala que trabaja con migrantes. “Por supuesto que Trump provoca temor. Y el discurso poco claro, pero menos agresivo, puede significar menos miedo a Biden”.