Es un espécimen único que lanza y batea con la misma eficacia y poder. Se formó en la dura disciplina nipona, pero le sumó lo mejor de USA y hoy domina las Grandes Ligas y viene de ser campeón mundial con Japón. En 2024 podría ser el atleta mejor pagado en la historia del deporte.
Cada tanto, muy cada tanto, en los deportes aparecen esos genios, esos especímenes extraños, que todo lo trastocan, lo cambian, lo revolucionan. Y que, además, los llevan a otro nivel. Esos fenómenos distintos que obligan a mirarlo, a seguirlo, que lo elevan en nivel y en popularidad. Un Pelé, un Maradona, un Messi, un Jordan, un Kobe, un LeBron, un Fangio, un Senna, un Schumacher, un Alí, un Federer, un Nadal, un Phelps, un Bolt, un Tiger Woods, y así podríamos seguir varias líneas más con otros nombres y deportes. Cada uno creó una era, significó un antes y un después. El béisbol no es la excepción, desde aquella mítica irrupción de Babe Ruth, hace más de 100 años. El Gran Bambino, como le decían, brilló entre 1914 y 1935, alcanzando una popularidad que obligó a que los Yankees construyeran un nuevo estadio, el mítico Yankee Stadium. Un jugador distinto que tuvo una particularidad que no se volvería a repetir hasta hoy: Ruth era dos jugadores en uno, podía batear
como el mejor y a la vez cumplir la función de lanzador con gran eficacia.
En la actualidad vuelve a verse este fenómeno peculiar, aunque de forma todavía más impactante en el cuerpo del japonés Shohei Ohtani, un atleta con un físico descomunal (1m93) cuyo fuerte es el pitcheo -lanza a más de 160 kilómetros por hora y es hoy el mejor abridor de las Grandes Ligas, siendo líder en menos carreras permitidas-, pero además se destaca cuando toma el bate -con un muy buen porcentaje, 0.288, en esta campaña con Los Angels-, como ratificó en el Clásico Mundial de béisbol que ganó con Japón hace semanas -venciendo 3-2 a USA en una épica final-. La nueva estrella de la MLB que, en meses, se convertirá en el deportista mejor pago del mundo, tal vez superando la barrera de los 600 millones y, por ende, a Pat Mahomes (NFL), Messi, Cristiano y Mbappé. La diferencia es que lo hará desafiando los límites de su deporte. Para que se entienda: es como si Messi fuera tan bueno atacando como defendiendo, metiendo goles como atajando en un arco…
Japón, en su historia, ha sido famoso por muchas cosas: por el Monte Fuji, el Templo Sonsoji, el puente Nihonbashi, las ruinas del Palacio Heijo, por su excelsa tecnología y por su disciplina y coraje como pueblo, entre otras cosas. Pero, salvo quienes siguen el béisbol, pocos saben de su gran tradición en este deporte. Se conoce su historia y brillantez en las diversas artes marciales, pero la pelota, como se lo conoce al béisbol, es otro de sus pasatiempos favoritos, una pasión que arrancó en 1882 y lo ha convertido en una cantera de talentos y que le ha dado, por caso, tres títulos en el Clásico Mundial. El último de la mano de Shohei, líder y estrella que logró el trofeo tras 14 años.
Esta nueva joya del béisbol mundial nació el 5 de julio de 1994, en el seno de una familia deportiva. Su padre, Toru, fue un beisbolista amateur -jugó en la Liga Industrial- y su madre, Kayoko, llegó a ser una de las mejores jugadoras de bádminton en el país. Cuenta la historia que Toru era tan fana del béisbol que, cuando volvía a casa, tras su larga jornada en la planta de autos, hacía que sus hijos se pusieran como receptores para él poder despuntar un poco su pasión.
Shohei creció en Oshu, en la Prefectura rural de Iwate, una región de montañas y tierras de cultivo que está “muy alejada de todo, en medio de la nada”, según contó él. Y se crió como un niño que comía, dormía y respiraba béisbol, dentro del rígido sistema de béisbol de Japón, puntualmente en el instituto Hanamaki Higashi, tan exigente que se apoyaba en una tabla de desarrollo de 81 casillas en la que se detallaban los objetivos que enumera las áreas de mejora del béisbol, incluyendo el aspecto mental y personal.
Así el chico iba llenando lo que hoy ya se conoce: “a los 26 años ganar la Serie Mundial y casarme; a los 37, mi primer hijo comienza a jugar al béisbol; a los 38, bajan las estadísticas, hora de pensar en retirarme”. Todo así. Todo claro, todo pensado y organizado. Dentro de un programa que también incluye tradiciones muy arraigadas, como el respeto extremo hacia el entrenador, los hinchas y al propio deporte.
Así se desarrolló este jugador, que desde chico demostró ser distinto. A los 18 años ya tenía una recta de 99 millas por hora. Justamente esos 166 kilómetros los alcanzó con un lanzamiento que aún hoy es récord en las ligas colegiales. Fue cuando comenzó a pensar en comenzar su carrera profesional en Estados Unidos. Sin embargo, fue persuadido de no apresurar su evolución y seguir creciendo en Japón dentro del equipo profesional Hokkaido Nippon-Ham Fighters, en Sapporo, la capital de Hakkaido, la isla más al norte de Japón, con un clima cruel que sólo daba para pensar en el béisbol. Para quedarse, eso sí, puso una condición: seguir jugando en ambas posiciones, como pitcher y bateador. Y entró en un plan ambicioso de convertirse en el jugador más multifacético de la historia. Sabía que podía… Tenía el talento, la disciplina, el carácter y el entorno.
Los récords no tardaron en llegar. El primero fue el que logró en 2014, con 20 años, cuando se convirtió en el primer jugador en retirar a 10 contrarios como lanzador y conectar 10 home runs en una misma temporada. Durante los cinco años que estuvo con los Fighters, Shohei se convirtió en la estrella de la liga nipona, tal vez la segunda a nivel mundial, siendo desde el Novato del Año hasta el MVP.
Logró un promedio de bateo de .333 y pegó 22 cuadrangulares, mientras que como pitcher tuvo una efectividad de 1.86 en 21 partidos, además de terminar con marca de 10-4 y ponchando -retirando- a 174 rivales en 140 entradas. “Fue ideal quedarme ese tiempo en mi país, desarrollándome como el jugador polifuncional que quería ser. De lo contrario, no sé si habría conseguido algo. Tendría que haber pasado por las Ligas Menores y no te puedo asegurar que me hubieran llamado para jugar en las Mayores”, admitió, sabiendo que difícilmente en USA difícilmente le habrían permitido desarrollarse en ambas posiciones, contradiciendo el status quo que dice que no es posible probar todo porque no terminás dominando nada . Paciente y disciplinado, como buen japonés, Shohei se convirtió en una sensación y allá por 2017 pudo imponer sus exigencias: jugar ambas posiciones o ninguna.