Conflictivo conflicto

Más de 20 años han transcurrido desde el fin de una de las épocas más difíciles de digerir dentro de nuestra historia contemporánea. Sin embargo, pese a lo complejo que fue superar tal hórrido momento de nuestra historia, tal parece que más difícil es hablar directamente sobre este período. El conflicto armado interno ha dejado sobre nuestra sociedad brechas aún muy difíciles de zanjar, sobre todo en épocas como estas en las que el partidismo y la individualidad política socavan los débiles intentos de construir comunidad en la sociedad peruana. Muy peligroso resulta este silencio frente a la historia reciente, principalmente debido a que nos enfrentamos constantemente a uno de sus más peligrosos rezagos: el terruqueo.

La estereotipada posición antagónica de la izquierda peruana frente a la idea de “progreso” o “futuro” se ve reforzada con el acostumbrado calificativo de “terruco” o “senderista”, que en diversos casos se ha institucionalizado como una nueva forma de discriminar y excluir a aquellas personas que piensan diferente al status quo, y frente a lo que figuras cuestionables de nuestra escena pública, tales como Jaime de Althaus o Aldo Mariátegui, han llegado hasta a afirmar que deberian prohibirse los libros del escritor costumbrista José María Arguedas por referirse a los grupos de poder. ¿Es esto gratuito o posee algún sentido discursivo?

La lingüista Virginia Zavala refiere frente a esta situación un punto clave que me parece importante de resaltar respecto al poder del lenguaje, el cual “ha hecho que los significantes de ‘terruco’ e ‘izquierdista’ se hayan aglutinado en un mismo campo semántico y que, en el Perú, hayan terminado significando lo mismo”.

Frente a esto podemos comprobar que efectivamente la ignorancia es atrevida y que cada vez con mayor normalidad se desplaza el calificativo de “izquierda” y se reemplaza por el de “terruco”, logrando una polarización peligrosa a nivel instrumental, ya que logra una normalización de conceptos que pasa desapercibido por nuestro radar de reconocimiento y genera barreras de forma prematura frente a situaciones en las que nuestra objetividad es necesaria para establecer puntos de agenda en común con nuestros compatriotas.

Sin embargo, esta normalización semántica se vuelve aún más peligrosa dentro de nuestro campo de acción actual, en la que el presidente Castillo y su nombrado premier Guido Bellido se ven envueltos en diferentes actos relacionados a condenas por apología al terrorismo y visitas de miembros relacionados a alas radicales de Sendero Luminoso. Desde el inicio de la campaña de Castillo, la diferencia social y cultural de su propuesta política y los simpatizantes que lo apoyaban no fueron una brecha para conectar con los votos que eran necesarios para lograr la presidencia, sino por el contrario despertó en la sociedad una polarización marcada entre la izquierda y la derecha en la que el “terruqueo” no hizo mayor efecto en la población. Producto de la repetición y la peligrosa normalización de este adjetivo se nos hace difícil hacerle cara de forma frontal y objetiva a ciertos aspectos de nuestra historia. Tal parece ser que una vez más los discursos radicales utilizan aquellas brechas y diferencias sociales que aún quedan pendientes de resolver como sociedad en pro de una agenda política peligrosa que vuelve a desunir y generar aún más distancias entre nosotros.

Nuestra labor frente a esto es no solo acortar la distancia que nos separa, sino demandar el salto general de nuestra sociedad que provoca el desconocimiento de las nuevas generaciones respecto a un problema latente en la medida que lo evitemos: la enseñanza de la historia, el discurso y discusión pública alturado y la mesura objetiva de los calificativos serán armas que como sociedad nos llevarán a una mesa de diálogo más productiva, en la que el respeto y la agenda en común nos guíen a un buen puerto. Como señala Vallejo “jamás tan cerca arremetió lo lejos”, y mientras mantengamos alejada nuestra historia de la forma en la que se plantea, mayor peligro de resultar embestidos tenemos al frente.

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