Y de pronto la corrupción igualó a todos los países del mundo

El término corrupción se define como un acto ilegal que ocurre cuando una persona abusa de su poder para obtener algún beneficio para sí mismo, para sus familiares o para sus amigos. En sus diversas modalidades existe una que se llama CORRUPCION MAYOR, que consiste en los actos de corrupción cometidos en los altos niveles de un gobierno u organismo internacional que distorsionan las políticas, las decisiones y el funcionamiento del estado u organismo de que se trate.

Salvando muy pocas distancias, fue lo que ha ocurrido hace escasamente una semana en el Parlamento Europeo, cuando se descubrió que la vicepresidenta de ese Parlamento, Eva Kaili, fue imputada en un caso de presuntos sobornos provenientes de Qatar. A esta investigación de la justicia belga, que la mantiene en prisión preventiva desde el pasado viernes, se une otra investigación que estaba realizando la Oficina de la Fiscalía de la UE (EPPO, por sus siglas en inglés), que desde antes tenía sospechas que Kaili y otra eurodiputada griega, la conservadora María Spyraki, podrían haber cometido fraude con su asignación parlamentaria.

Quizás los montos de los pagos realizados a estos eurodiputados no son tan importantes, pero lo que sí es importante es el hecho de que haya ocurrido, así como también por la incidencia que ello podría tener a la seguridad Europea.

El escándalo estalló el 9 de diciembre cuando la policía realizó una serie de redadas y la Fiscalía federal daba a conocer este comunicado: “Desde hace varios meses, los investigadores de la policía judicial federal sospechan que un país del Golfo influye en las decisiones económicas y políticas del Parlamento Europeo, y lo hace mediante sumas considerables de dinero u ofreciendo importantes regalos a personas con una posición política y/o estratégica significativa en el seno de la Eurocámara”.

El país del Golfo es Qatar y además el epicentro del escándalo se encuentra en el grupo parlamentario Socialistas y Demócratas (S&D), al que pertenece Kaili. Pero también han descubierto otra rede de corrupción que involucraría a Marruecos que habría hecho algunos regalitos a algunos funcionarios que además de pasarle información a ese país, retrasarían cualquier resolución que lo afectara.

Aunque pudiera sonar chocante el vergonzoso comportamiento de los diputados de la Euro cámara, termino por dejar claro que todos los seres humanos somos iguales y que tenemos las mismas debilidades por el dinero, bien o mal habido. Los habitantes de los 5 continentes se igualaron, pero en el caso de Europa fue más grave porque se paseaban por el mundo como muy lejanos a esas veleidades y la salida a la luz de ese escandalo ha mostrado, desde lo más profundo, la vulnerabilidad de las instituciones europeas.

Sentirse que se está por encima de los demás no es suficiente, sino pregúntenles a los políticos latinoamericanos, pero muy particularmente a los de Venezuela.

Si bien La corrupción no es nada nuevo y quizás la segunda profesión más antigua, las personas poderosas y quienes tienen acceso a ellas siempre han usado sobornos, esquemas de pago para obtener ventajas injustas. Y tal corrupción siempre ha representado una amenaza para el estado de derecho y se ha interpuesto en el camino de la protección de los derechos civiles y económicos básicos.
Pero lo nuevo es la transformación de la corrupción en un instrumento de la estrategia de política internacional. En los últimos años, varios países, entre otros, China y Rusia han encontrado variantes de corrupción que antes era una característica de sus propios sistemas políticos y transformarla en un arma en el escenario global.
El resultado ha sido un cambio significativo en la política internacional. Las rivalidades entre estados por ideologías, esferas de influencia e intereses nacionales; los pagos secundarios de un tipo u otro eran solo una táctica entre muchas. Esos pagos, sin embargo, se han convertido en instrumentos de estrategia nacional, aprovechados para obtener resultados políticos específicos y para condicionar el entorno político más amplio en otros países.

Tengo la impresión de que la relativa apertura y libertad de los países democráticos los hace particularmente vulnerables a este tipo de influencia, y los enemigos han descubierto cómo explotar esa debilidad.
Para que tengan una idea de la magnitud del problema de la corrupción en las instituciones europeas, les puedo señalar que la Comisión Europea (órgano de gobierno) encuestó a ciudadanos de los 28 países miembros, el resultado fue el siguiente: una media del 76% de los europeos considera que la corrupción es una práctica generalizada. Cualquier parecido con America Latina es pura coincidencia.

Los ciudadanos de Grecia e Italia, con un 99% y un 97% respectivamente, son los que la ven más extendida. En el siguiente escalón, con un 95% están España, República Checa y Lituania.

Según el informe, la corrupción le cuesta a la economía de la Unión Europea 120.000 millones de euros (US$163.000 millones). La cifra equivale al presupuesto anual del bloque. Lo cual es poco cuando analizamos el caso de la Venezuela chavista que extravió 800.000 millones de dólares desde la asunción de Hugo Chávez Frías al poder, hasta la actual gestión de Nicolas Maduro.

En este punto quisiera señalar que un continente, un país o cualquier organismo internacional que quiere dejar atrás años de crisis económica necesita hacer un mejor trabajo en la lucha contra la corrupción.

La corrupción ha acompañado el devenir del ser humano desde siempre: en la política, en los actos de gobierno, en el mercado y en la vida social. Cuando esos eurodiputados actuaron no tuvieron en cuenta que la corrupción puede so- cavar la legitimidad de cualquier Estado o institución internacional, pero sobre todo es una fuente de desigualdad.
Ese es el gran riesgo de la corrupción, pues, para mantener el equilibrio entre el mercado y el Estado es necesario evitar que aquellos que detentan el poder económico concentren también el poder político pues rompen la confianza sobre aquellos que toman las decisiones y la credibilidad de cualquier sistema de representación; y esta fuente de inequidad, de usurpación de la libertad y de desigualdad ante la ley es aún más grave que las consecuencias económicas que puedan derivarse de cualquier acto de corrupción.
Esperemos que la Unión Europea imponga mayores controles, pero de seguro que van a ser inútiles si en cada país miembro no se asuma el problema como suyo emprendiendo medidas que van desde la educación hasta el fortalecimiento de los valores y principios de cada ciudadano.

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