Una decáda inolvidable

“Hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que      pasan décadas”. Vladímir Ilich Uliánov, (Lenin)

Ciertamente, el mundo está en medio de una de esas décadas. La inestabilidad de hoy proviene de la gestión de un nuevo orden mundial. Pero más que en cualquier otro momento reciente, esa gestión amenaza con volverse especialmente pronunciada, debido a una confluencia de viejas y nuevas amenazas que han comenzado a cruzarse.

Por un lado, el mundo está presenciando el renacimiento de algunos de los peores aspectos de la geopolítica mundial:

-competencia entre grandes potencias, ambiciones imperiales, 

-peleas por los Recursos Naturales

Hoy, Rusia es presidida por el presidente Vladimir Putin, que anhela recrear la Unión Soviética o tal vez incluso un imperio ruso. Putin está dispuesto a hacer casi cualquier cosa para lograr ese objetivo, y es capaz de actuar como le plazca porque los equilibrios políticos, en ese país, se perdieron con su llegada al poder.

Mientras tanto, bajo el nuevo mandato del presidente Xi   Jiping, China se embarca en una búsqueda de primacía regional y potencialmente global, poniéndose en una trayectoria que conduciría a una mayor competencia o incluso a una confrontación con los Estados Unidos.

Pero eso no es todo, venimos de una crisis de salud provocada por la pandemia del COVID19 que dejo, según la Organización Mundial de la Salud, 15 millones de muertos en todo el mundo, fracturo la producción de bienes y servicios, quebró la cadena de distribución de bienes y dejo al descubierto que los países del mundo no están muy bien preparados para poder reaccionar ante crisis globales. Debo reconocer que se hizo un gran esfuerzo por producir una vacuna que diera tranquilidad y se logró. Hoy en día tenemos a disposición al menos 5 vacunas producidas en varios países, pero este logro fue producto de esfuerzo unilateral y no de esfuerzo multilateral con lo cual la capacidad de respuesta se reduce, corriendo un gran riesgo para la población mundial.

Estos riesgos están chocando con nuevos desafíos complejos para la era contemporánea, como el cambio climático, otras pandemias y sobre todo la proliferación de armas nucleares. A lo anterior habría que añadir que es sorprendente que las consecuencias de las crecientes rivalidades hayan hecho casi imposible que las grandes potencias trabajen juntas en desafíos regionales e internacionales, incluso cuando les interesa hacerlo.

La brecha entre los desafíos globales y las respuestas del mundo, las mayores perspectivas de guerras entre grandes potencias en Europa y el Indo-Pacífico, y el creciente potencial de Irán para causar inestabilidad en el Medio Oriente y Corea del Norte en Asia, se han unido para producir el momento más peligroso desde la Segunda Guerra Mundial. Se le podría llamar el Coktail perfecto.

La Guerra del Golfo de 1990-91, estuvo marcada por una amplia cooperación, incluso de China y Rusia, fomentada por Estados Unidos y liderazgo bajo la egida de Naciones Unidas. En cuestión de meses, la respuesta coordinada tuvo un éxito considerable; La agresión iraquí se revirtió y la independencia de Kuwait se restableció a un costo mínimo.

Es posible que eso no podría tener lugar de nuevo, en el mundo de hoy.

La crisis de Ucrania ha inspirado un sentido de solidaridad y niveles impresionantes de coordinación entre los países occidentales, pero no ha producido nada parecido al abrazo casi universal de los objetivos e instituciones que fue estimulado por la Guerra del Golfo. Sin embargo, Beijing se ha alineado con Moscú, y una parte del mundo se ha negado a firmar las sanciones impuestas a Rusia por Estados Unidos y sus socios europeos. Además con uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU violando descaradamente el derecho internacional y el principio de que las fronteras no pueden cambiarse por la fuerza, la ONU sigue dando traspiés.

No puedo dejar de mencionar la anunciada recesión económica mundial, que me hizo recordar un cuento de García Marquez, en el relata la historia de una mujer que a la hora del desayuno les dice a sus dos hijos que amaneció con el presentimiento “de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo”. En el transcurso del día la impresión pasa del rumor a la certeza compartida y se convierte en pánico colectivo, tras el cual los habitantes huyen despavoridos del lugar”.

Algo similar podría estar pasando ahora con la recesión. Es importante señalar que la invasión de Rusia a Ucrania cambio la fotografía que estábamos viendo, y de manera sustancial, pues agudizó la escasez de cereales, hidrocarburos y minerales. Y, ante la acumulación de las presiones, no hubo de otra que desempolvar el libro, y empezaron a tomar medidas como subir el costo del dinero, algo que eventualmente encarecerá los créditos y llevará a las personas a posponer sus decisiones de compra.

En teoría esto sería lo ideal, pero en la práctica eso no es tan sencillo, ya que no todos los mercados se acomodan al mismo tiempo ni cada circunstancia individual es la misma.

Así aun cuando los incendios se parezcan en sus inicios, la manera de apagar cada foco de fuego varía y está sujeta a las condiciones al lugar en donde está ocurriendo y del viento. Además, hay que considerar los efectos colaterales de que la situación empeore en ciertas áreas, mientras que en otras el impacto se puede aislar.

Y eso es así en Estados Unidos y en el resto del mundo. La inflación se encuentra disparada en prácticamente todas las latitudes, con unas pocas excepciones. En lo que atañe a las naciones más desarrolladas, el dato es el más alto de las últimas cuatro décadas.

Entender por qué los aumentos de precios se aceleraron exige devolverse a los cuellos de botella ocasionados en su momento por el covid-19. Mientras los contagios llevaron a que múltiples sectores experimentaran tropiezos productivos, los programas de alivios que pusieron en marcha los gobiernos evitaron que el consumo cayera.

No cabe la menor duda que los europeos se enfrentan a una recesión directamente relacionada con el costo de la energía, lo cual se complicaría más si vienen racionamientos de electricidad que sucederían apenas empiecen a bajar las temperaturas en el último trimestre del año 2022.

Cuando el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Pierre-Olivier Gourinchas, dijo hace algunas semanas que “lo peor está por venir”, fue claro en advertir que el próximo año será muy desafiante para la economía global, en medio de unos vientos recesivos que pueden afectar a buena parte de los países.

Con la guerra en Ucrania y la inflación galopante que recorre el mundo, incluida la crisis energética europea, junto a la fuerte subida de tasas de interés en Estados Unidos, el dólar más alto en 20 años y la desaceleración de la economía china, el panorama no luce bien y también incluye a América Latina, donde las proyecciones de crecimiento son bajas, como es normal.

Como digo siempre: ESPEREMOS Y VEREMOS

Exit mobile version