Un aniversario no deseado

El viernes 14 de abril, se cumplieron 10 años desde que, el Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE), presidido en ese entonces, por la hoy finada Tibisay Lucena, anunció que Maduro se convertiría en “presidente electo”. Esos comicios estuvieron marcados por denuncias de fraude y ventajismo estatal.

Ese día, y previa cita con las urnas, se inició la profundización del castrismo como ruta que los venezolanos, deberíamos, obligada o voluntariamente aceptar. A partir de ese nefasto día, la política en Venezuela se ha visto salpicada por todo tipo de injusticias, escándalos, acusaciones, sospechas, terrorismo de estado y muchas cosas más.

Hace 4 años, escribí un artículo para lavisionnewspaper en Atlanta, titulado: ANTE ESTO, ¿QUÉ HAGO?. Ese artículo contiene solo una lista de los graves problemas que aquejan al país, desde que los “revolucionarios” asumieron el poder. Pasados esos 4 años, esa lista se quedó corta.

Protestas, muertos, corrupción, hiperinflación, escasez, torturas, migración, violaciones a los derechos humanos y no podían faltar las violaciones a la Carta Magna venezolana, que no han podido ser cuantificadas, pero si superan el millar. Lo anterior es solo parte del legado de los últimos 10 años a la Venezuela de Maduro.

El madurismo aprovechó el cumpleaños revolucionario para alardear de unos supuestos “logros”, cual “cronos” de la mitología griega que después de haberle cortado los genitales a su padre, se convirtió en el primer rey del mundo.  Época que fue considerada como la más próspera, en la que no había enfermedades, hambre ni penurias. El pueblo era feliz, y una vez que morían, se convertían en espíritus y podían velar por sus seres queridos. En el fin del mundo, también gobernaba “Cronos”.

El chavismo-madurismo se enfrenta a realidades inesperadas para propios y aclamadas por extraños. Entre otras de esas realidades está la traición de los consentidos del madurismo a quienes se les han encontrado enriquecimientos ilícitos, delitos que han venido siendo señalados por diferentes organizaciones políticas, nacionales y extranjeras, que durante estos 10 años esos venezolanos han raspado la olla del tesoro nacional. 

La más reciente trama de corrupción y crimen revelada es la protagonizada por funcionarios del Gobierno de Nicolás Maduro en la empresa estatal Petróleos de Venezuela en la que participaron jueces, operadores financieros, militares, modelos y el crimen organizado. En el núcleo de ese episodio están las colocaciones del crudo venezolano, importantes y novedosas operaciones en el mercado de criptoactivos y toda una red con funcionamiento nacional e internacional dedicada al blanqueo de capitales.

Al igual que el occiso Chávez, las inclinaciones autoritarias de Maduro fueron evidentes desde el principio. En medio del creciente descontento popular, en 2015 declaró la “Operación Liberación y Protección del Pueblo”, para abordar lo que llamó las crecientes preocupaciones de seguridad del país. La ironía hecha realidad. En virtud de esa operación, Maduro desplegó 80.000 miembros de las fuerzas de seguridad para detener a los presuntos detractores, cometiendo decenas de ejecuciones extrajudiciales.

Este estilo de liderazgo para sofocar la disidencia y encarcelar a opositores políticos y periodistas llegó a un punto crítico cuando miles de venezolanos salieron a las calles para protestar contra él. La respuesta del régimen a las protestas fue brutal, las fuerzas de seguridad mataron a decenas de manifestantes, cerraron medios de comunicación independientes, lo que consolidó el estatus de paria, de Maduro, en muchas partes del mundo.

Todo lo anterior hace que la situación de Venezuela hoy en día no sea tan diferente a la de hace 10 años, las mismas caras se disputan el poder, mientras que hay un régimen liderado por la misma persona, que utiliza toda la fuerza del Estado para mantenerse en Miraflores, a como dé lugar. 

Han pasado 10 años desde que Maduro, el ministro de Relaciones Exteriores de aquel entonces, asumió el cargo más alto de Venezuela, y su poder, pareciera que está más arraigado que nunca. No ha habido sanciones que puedan con él, esas mismas sanciones que aislaron al país de los mercados financieros estadounidenses, esencialmente limitando sus ventas de petróleo al mercado negro y prohibiendo las compras de deuda venezolana, así como tampoco han servido los varios intentos fallidos de negociación. 

Mientras tanto, la economía de Venezuela ha pasado por un escurrimiento que llevó al país de tener la tasa de ingreso per cápita más alta de América Latina, hasta la más baja según los informes del Fondo Monetario Internacional. En estos momentos el salario básico mensual de cada venezolano es el equivalente a 6,41 dólares, el más bajo de América del Sur y la canasta básica alimenticia para 4 personas cuesta más de 350 dólares. 

En consecuencia la situación humanitaria sigue siendo sombría. La mitad del país vive en la pobreza, 65% en 2022, lo que ha dado lugar a una de las mayores crisis de refugiados en el mundo, en los últimos años. Los 10 años de Maduro convirtieron a Venezuela en uno de los estados más desiguales del mundo, en el que viven venezolanos 70 veces más ricos que los más pobres del país. 

Esos ricos venezolanos conforman solo el 3% de la población, lo que significa que los cimientos sobre los que se intenta reconstruir el país siguen estando podridos.

Cabe preguntarse: ¿Cómo es que este tiranillo ha permanecido tanto tiempo a la cabeza del Estado? ¿Qué habría pasado si la continuidad democrática hubiese sido una realidad en Venezuela? .

Conforme a la hoja de ruta del FINADO, Maduro ha seguido trabajando, arduamente, para cultivar lazos con otros estados fuertemente sancionados y archi enemigos de Estados Unidos como Irán, Rusia y China, así como con Turquía.

Como reflejo de su enfoque mercantil de la geopolítica, China le ha otorgado a Venezuela miles de millones de dólares en préstamos, en los últimos años, a cambio de petróleo. Rusia también ha repartido dinero en efectivo para ayudar a mantener al gobierno a flote, sin dejar de mencionar el suministro de armas y municiones así como el establecimiento de 3 bases militares en Venezuela.

También ha profundizado las relaciones con Irán. Una amistad profunda, que ha llevado a ese país a encargarse de la renovación tecnológica de las refinerías petroleras, con miras a reemplazar la tecnología estadounidense con partes y piezas chinas e iraníes.

También se ha beneficiado de la “marea rosa” en América Latina que en los últimos tiempos ha visto llegar al poder a una gran cantidad de gobiernos de izquierda que simpatizan más con la agenda socialista y antiimperialista de Maduro.

Asimismo, la existencia de una oposición disfuncional que se ha convertido en una bendición para Maduro. En 2024 enfrentará a una oposición fracturada en varios núcleos, que intentó impulsar sin éxito un gobierno paralelo con apoyo de Washington y ahora busca escoger un candidato único en primarias, entre más de 30 aspirantes a liderar una parte de la oposición.

El opositor que salga electo deberá batirse en duelo electoral, no solo con Maduro sino con otras facciones opositoras que también se consideran poseedoras de las banderas, más que reivindicativas, de la sociedad venezolana. 

Pero no hay que olvidar que nosotros los que formamos parte de esa sociedad somos también culpables de ese fracaso de país. No encendimos las alarmas cuando el FINADO, un autoritario de uña en el rabo, nos hablaba de la fuerza como único medio para solucionar los problemas de Venezuela, algunos de los cuales estaban resueltos, no pudimos, como sociedad, tener la capacidad de crear los anticuerpos necesarios para evitar los embates del castrismo que siempre tuvo como meta poner la mano al país, y lo logró. Me pregunto, ¿Qué logró?, y me respondo a mí mismo, convertir a ese paraíso llamado Venezuela en el despojo que hoy es Cuba.

No es el momento de darse golpes de pecho, pero si lo es para aprender. Es el momento de tomar conciencia que Venezuela es responsabilidad de todos los venezolanos y no de unos pocos aprendices de brujos que quieren probar las artes no aprendidas de gobernar a un país. No hay que dejar solo a un gobierno, hay orientarlo hacia donde quiere la sociedad ir. Ser Jefe de Estado es una cosa muy seria.

¿Y ahora qué? 

Bueno, si observamos el escenario opositor, podríamos llegar a la conclusión de que el futuro político de Maduro está más seguro que nunca. 

Para finalizar me permito reiterar las preguntas que hice anteriormente. Las respuestas se las tendrían que dar Uds. queridos lectores:

¿Cómo es que este tiranillo ha permanecido tanto tiempo a la cabeza del Estado? ¿Qué habría pasado si la continuidad democrática hubiese sido una realidad en Venezuela? .

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