No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista

El título del presente artículo es un refrán muy popular en los países de habla hispana, se utiliza para poner un ejemplo, llamar a la reflexión o dar alguna enseñanza sobre algo. El refrán dice así: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, significa que todas las cosas que ocurren en la vida, incluso aquellas cosas malas que creemos van a durar para siempre, tarde o temprano se terminan.

Salvando algunas pocas distancias, creo que se puede trazar un paralelo entre lo que está ocurriendo en Estados Unidos, en relación con el expresidente Trump, y ese popular refrán.

Después de su derrota electoral frente al actual Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el expresidente no ha dejado de estar presente en el diario devenir de la sociedad, bien con sus destempladas declaraciones políticas, o bien con sus aspiraciones presidenciales.

Sin embargo, una serie de acontecimientos recientes han comprobado que el refrán es cierto, particularmente cuando se refiere a la duración del mal y en especial a la resistencia del cuerpo. En tal sentido cabe mencionar el fracaso obtenido en el plebiscito en el que se habían convertido las pasadas elecciones de mitad de mandato.

Y por si faltaran pruebas para que algún tribunal resuelva su situación política, ha exigido la anulación de la Constitución, el texto fundacional al que juró preservar, proteger y defender cuando tomó posesión en enero de 2017. Lo cual nos indica que continuara con su negacionismo electoral buscando impulsar teorías conspirativas marginales sobre el resultado electoral de 2021. Sobre esto la Casa Blanca declaro que “No se puede amar a Estados Unidos solo cuando se gana una elección”, “La Constitución estadounidense es un documento sacrosanto que durante más de 200 años ha garantizado que la libertad y el Estado de derecho prevalezcan en nuestro gran país. La Constitución une al pueblo estadounidense, independientemente del partido y los líderes electos juran defenderla «sic»”.

Pero ese fracaso no solo arrastra al expresidente sino también al Partido Republicano que lo apoyo en la justa electoral de 2017. Todo parece indicar que existe gran inquietud a lo interno de ese partido ya que si bien obtuvo excelentes rendimientos de la presidencia de Trump con el nombramiento de jueces, especialmente en el Tribunal Supremo, donde consiguió una mayoría excepcional de seis a tres, ahora puede salir muy perjudicado de su empecinada candidatura para 2024. Sin contar con el lastre judicial que pesa sobre él y su familia.

Se podría afirmar que cualquier escenario con Trump es inconveniente.

El alivio de ese cuerpo amenazado, que no es otro que el de la sociedad norteamericana, viene dado por las respuestas que han venido dando las instituciones del país, muy particularmente la comisión de la Cámara de Representantes que durante 18 meses investigo el ataque al Capitolio y de los jueces que pueden decidir el futuro del expresidente.

La Comisión Investigadora presento su informe en el que se detallan 17 conclusiones que consideran probadas y que los han llevado a pedir al Departamento de Justicia que procese penalmente a Donald Trump por cuatro delitos: incitación a la insurrección, obstrucción de un procedimiento oficial del Congreso, conspiración para difundir falsedades electorales e intento de fraude a los Estados Unidos.

En la página 7 del resumen ejecutivo, se establece: “La causa última del 6 de enero fue un solo hombre, el expresidente Trump, al que muchos otros siguieron. Nada de lo que pasó en aquella jornada habría sucedido de no haber sido por él «sic»”.

El voto del comité, sin embargo, es en gran parte simbólico. El Congreso no tiene la potestad para imputar, ni poder de decisión sobre la investigación abierta por el propio Departamento de Justicia. Ese poder está únicamente en manos del Departamento de Justicia de EE. UU., que forma parte del Poder Ejecutivo.

No obstante lo anterior, el valor simbólico y político de estas recomendaciones es histórico porque es la primera vez que un comité parlamentario sugiere hacer responsable penalmente a un expresidente.

El periodista Gideon Rachman, un reconocido periodista británico en su libro LA ERA DE LOS LÍDERES AUTORITARIOS, menciona el nacimiento de una era de nuevo autoritarismo que está barriendo el mundo. Entre otros señala a Brasil, China, Hungría, India, Filipinas, Polonia, Rusia, Turquía y los Estados Unidos de Trump.

Ciertamente, se puede observar que han ido apareciendo una diversidad de aspirantes a líderes autoritarios, cada uno buscando establecer formas personalistas de gobierno. Y lo inquietante es que ese modelo de gobierno del hombre fuerte ha surgido del mismo sistema democrático y, lo que quiere decir que los gobiernos democráticos tradicionales no están sirviendo de antídoto para contrarrestar el mal del autoritarismo. Los gobiernos personalista no pueden durar para siempre, y los dictadores rara vez son capaces de cumplir lo que prometen.

Finalmente, si estados Unidos quiere sobrevivir como una país de leyes y de democracia, lo ocurrido no puede volver a suceder, ya que es imperdonable socavar la fe en el sistema democrático.

Me provoca decir: NO HAY TRUMP QUE DURE CIEN AÑOS NI CUERPO QUE LO RESISTA.

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