En una guerra no hay verdades dichas

Los últimos episodios ocurridos en la guerra contra Ucrania nos indicarían que la decisión asumida por Putin ha sido una aventura fallida desde sus inicios. Sin embargo, para los intereses de largo plazo de occidente sale a relucir una dimensión importante del conflicto.

Mas allá de la necesidad y la oportunidad, Ucrania se ha convertido en un escenario de pruebas y exhibición de un armamento determinante por su capacidad ofensiva. Hemos observado cómo Ucrania giró, en cuestión de días, cambio el destino de ese enfrentamiento con un arsenal sofisticado de misiles guiados por satélites que esquivan radares.

Lo anterior nos obliga a revisar algunas de las afirmaciones que se hicieron y que en realidad no se cumplieron.

Cuando a finales de febrero Rusia invadió Ucrania, la opinión generalizada es que íbamos a asistir a un conflicto bélico corto (días o semanas) que acabaría en la rendición ucraniana, la caída del gobierno Zelenski y su sustitución por otro afín a Moscú que asumiría enormes pérdidas territoriales y el fin del acceso al mar Negro, que sería controlado por Rusia desde el mar de Azov, pero en la realidad no ha resultado así.

En ese momento se adujo que una rendición rápida evitaría males mayores, como el uso de la energía como arma contra Occidente, y apoyaría los afanes de Vladímir Putin de reconstruir la Gran Rusia eslava bajo su control, incluyendo la subordinación de Bielorrusia. Afortunadamente, y a los fines de la libertad, esa predicción sobre la invasión rusa a Ucrania resultó completamente errónea.

Ello se debió, entre otras cosas, a la posición unitaria mostrada por Occidente, pero sobre todo a la determinación del gobierno ucraniano de repeler la agresión, asumiendo los elevados costes humanos y materiales que eso comportaba, lo cual modificó de manera dramática el escenario. Las sanciones impuestas a Rusia (además de las financieras y personales, especialmente las que vetan las exportaciones de tecnología y materiales de repuesto), la ayuda financiera al país invadido y, sobre todo, la provisión de armas ofensivas y de inteligencia militar cada vez más sofisticadas al ejército ucraniano lo cual saco a flote las debilidades estructurales del poder militar de Rusia.

Ahora vemos Ucrania preparada para contraatacar y recuperar territorio ocupado y Rusia parece incapaz de evitarlo. Muchos analistas hablan de punto de inflexión en la guerra y afirman que Ucrania puede acabar venciendo en el campo de batalla, incluyendo la reversión de la anexión ilegal de Crimea. Afirmación esta que parece prematura, a pesar de las carencias estratégicas y tácticas de las fuerzas armadas rusas.
Efectivamente, Rusia no ha podido hacer uso de su pretendida gran superioridad aérea y naval, neutralizada la primera y con serios reveses para la segunda. Sobre el terreno, los fallos logísticos y el uso de armamento obsoleto, junto a un clamoroso déficit en inteligencia militar, reflejan una realidad: la capacidad militar rusa está muy por debajo de lo que se suponía.
En este punto cabe recordar una frase atribuida a Mao Zedong: “el ejército ruso ha mostrado ser un tigre de papel, propio de una economía débil que le impide objetivamente aspirar a ser una gran potencia”. Así está siendo percibido por Occidente (especialmente, por Estados Unidos) que se reafirma con la ayuda militar y en la continuidad de esta, cada vez con armamento más letal y sofisticado.
Un dato importante de esta realidad bélica es que los alardes propagandísticos rusos sobre su armamento sofisticado no se han visto corroborados por la realidad, las compras de armas que habrían sido realizadas a Irán y Corea del Norte ponen de manifiesto la incapacidad de la industria armamentística rusa, habitualmente exportadora, para atender sus propias necesidades. Lo mismo ocurre con la actual guerra de Armenia (aliado de Moscú), contra Azerbaiyán, ya que no sabemos si Moscú puede hacer honor a sus compromisos adquiridos con Armenia de prestar asistencia militar sobre el terreno. Todo pareciera indicar que sería un tanto difícil que esté en condiciones para ello, ya que debilitaría aún más su capacidad de respuesta en el frente ucraniano.
No obstante, conviene no anticipar acontecimientos ni precipitarse en las conclusiones, como se dice en lenguaje coloquial: “la prisa es plebeya”. No obstante Putin ve cada vez mas complicado su frente interno, por un lado más de 40 concejales de las dos mayores ciudades de Rusia se han dirigido al Parlamento para proponer el cese de Putin, bajo la acusación de alta traición, una iniciativa que va ganando adeptos conforme avanzan las horas y por el otro la constante presión del Partido Comunista así como de los ultranacionalistas paneslavos para que se declare la guerra (olvidando las restricciones derivadas de una “operación militar especial”). Lo anterior pondría poner en peligro la continuidad de Putin en el poder.
Hay muchos escenarios posibles y hasta diría que no existen, es casi un callejón sin salida. La posición de Putin es más débil que nunca y sus opciones reales se van reduciendo dramáticamente. Lo inquietante es que los débiles pueden terminar muertos matando.
En mi opinión, va a ser muy difícil declarar un ganador en esta guerra, solo en algún momento habrá un ALTO AL FUEGO. Lo anterior lo digo por lo siguiente:
1- Ucrania va a quedar casi destruida económica, política y social y su reconstrucción va a ser tan o mas costosa que lo invertido en la guerra. Imagino que el objetivo de Putin era convertir a ese país en inviable para Occidente.
2- Rusia, definitivamente perderá la posibilidad de subirse al tren de la historia, de igual forma quedará económicamente destruida y con una gran inestabilidad política.

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