El mundo en el 2023 y los retos del 2024

En las vísperas del cierre de este 2023, hacer un recuento de los acontecimientos no solo es interesante, sino que es fundamental para entender la proyección de tendencias que marcarán el 2024.

Como se recordará, el año 2023 ha sido uno de los años más conflictivos en el mundo desde el fin de la Segunda Guerra mundial. Según el Centro de Información y Documentación Internacional de la Universidad de Barcelona, en solo doce meses, la violencia política aumentó un 27%.

La nueva guerra en Medio Oriente, entre Israel y el grupo terrorista HAMAS, ha marcado el final de 2023, con sus más de 15.000 víctimas mortales contabilizadas hasta el momento, a pesar de las advertencias por parte de Naciones Unidas sobre el riesgo de colapso humanitario y de genocidio de la población palestina atrapada en la Franja. Esta crisis puso en el tapete la discusión sobre la solidez del derecho internacional, así como también le asestó un golpe profundo a la credibilidad de Naciones Unidas.

Y es que el año que termina dentro de algunos días, ha sido un año violento. Esa misma institución estima que un gran número de personas en el mundo ha estado expuesta a un conflicto en los últimos doce meses, lo cual ha dejado la sensación de que la impunidad y el menosprecio por la legislación internacional.

Pero no es solo el conflicto en Gaza, sino el enquistamiento de la guerra en Ucrania; la expulsión de la población de origen armenio de Nagorno Karabaj; o la sucesión de 8 rebeliones militares en África triunfantes, lo que muchos expertos denominan una auténtica “epidemia por contagio” de golpes de Estado.

Todo pareciera indicar que ello se debe a una especie de “desregulación” del uso de la fuerza, que se ha ido fraguando durante años de erosión de las normas internacionales. Hubo guerras, regímenes autocráticos y, en muchos países, hombres fuertes que desobedecieron las leyes y coartaron la libertad.

Estas tensiones geopolíticas han reconfigurado las alianzas internacionales, afectado las relaciones diplomáticas y están detonando nuevas realidades. La presencia de una nueva derecha en algunos países busca reivindicar a las instituciones bajo un discurso neopopulista que igualmente atiza la ya existente polarización.

En materia económica, la recuperación tras la pandemia ha sido desigual, con algunas economías emergentes luchando más que las desarrolladas con escenarios de incertidumbre y especulación. La inflación y las alteraciones en la cadena de suministro han sido temas predominantes en todas las regiones. Así mismo, en 2023 poco se concretó en materia de Inversión Extranjera Directa, lo que hizo que el mundo esté aún a la expectativa de lo que se pueda aprovechar para 2024.

En Asia, varios países se mantuvieron firmes frente a la agresión china, a menudo en colaboración con Estados Unidos. Filipinas defendió sus fronteras marítimas y el derecho de su mar frente a barcos chinos. Durante el verano pasado, Japón y Corea del Sur dejaron de lado sus rencillas históricas para estrechar su cooperación.

En América Latina, pocos países destacan por su vuelta a la moderación tras una bocanada autoritaria. En Brasil, tomó posesión un presidente de izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, tras cuatro años de populismo de derecha bajo el mandato de Jair Bolsonaro, que difundió teorías conspirativas divisorias, se negó a aceptar la derrota electoral y animó a sus devotos a intentar una insurrección.

Sin embargo, el impresionante historial de Brasil se vio empañado por la costumbre de Lula de aliarse con Putin y con el dictador de Venezuela Nicolás Maduro Moros. Argentina cierra el 2023 con la toma de posesión de Javier Milei a la presidencia argentina, que confirma la profunda crisis de los partidos tradicionales y el auge de las agendas ultra radicales. Nicaragua es manejada por la lamentable pareja Ortega-Murillo. El punitivismo penal de Nayib Bukele en El Salvador, que aspira a la reelección en 2024, y la incertidumbre que presenta el escenario político peruano.

Pero 2023 fue el año de la irrupción de la IA; el año de la presentación en sociedad de ChatGPT que en enero, a solo dos meses después de su lanzamiento, ya contaba con 100 millones de usuarios y, en agosto, llegó a los 180 millones. Pero la revolución también trajo consigo una nueva conciencia de los riesgos, aceleración y transformación que supone una tecnología que aspira a compararse con la inteligencia humana, o incluso a mejorarla o superarla.

No puedo dejar pasar la crisis migratoria que, aunque la migración no es un fenómeno nuevo, la magnitud de la actual crisis migratoria no tiene precedentes. Actualmente, hay más de 82 millones de personas en todo el mundo que se han visto obligadas a abandonar sus hogares, la mayor cifra jamás registrada por las Naciones Unidas desde la Segunda Guerra Mundial. La mayoría se encuentra desplazada dentro de su propio país o en un país vecino.

Entre esta creciente población desplazada, hay más de 26 millones de personas refugiadas, de las que casi la mitad tiene menos de 18 años, y 48 millones de personas desplazadas internas, que se han visto obligadas a refugiarse en otras zonas dentro de su propio país. Y en América Latina, todas las rutas migratorias convergen en la selva del Darién, la frontera natural entre Colombia y Panamá. Esta travesía, históricamente peligrosa, ha tomado fuerza desde 2019, alcanzando más de 500,000 migrantes registrados en 2023, según datos de las autoridades panameñas.

Pero ¿qué nos espera en el 2024?

2024 será un año de urnas y armas, una prueba de estrés tanto para el sistema democrático como para la multiplicidad de conflictos que alimentan la inestabilidad global. Seguimos ante un mundo desordenado y convulso, pero esta vez, cualquier análisis pende del gran interrogante que supone el intenso ciclo electoral que marcará el próximo año. Con guerras abiertas en Ucrania, Palestina, Sudán o Yemen, el mundo concentra la mayor cantidad de conflictos activos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Por eso, la agenda geopolítica de los próximos meses se entreteje a partir del impacto mutuo entre los distintos conflictos bélicos y el veredicto que lanzarán los más de 70 procesos electorales marcados en el calendario.

Habrá elecciones que podrían definir guerras. Las consecuencias políticas de la brutal ofensiva israelí en Gaza o el estancamiento del frente de guerra ucraniano también dependen de la carrera presidencial en Estados Unidos. Un retorno de Donald Trump a la Casa Blanca modificaría por completo las relaciones de fuerza y la posición de Washington en cada uno de estos conflictos, desde el suministro de armamento al Gobierno ucraniano, al apoyo a Israel, o en la confrontación con Rusia o China.

Pero no se trata solo del futuro de la democracia en Estados Unidos: más de 4.000 millones de personas irán a las urnas en más de 70 países; por ello, el 2024 pasará a la historia por ser el año en el que más personas irán a las urnas. Se realizarán, durante el año, cerca de 70 elecciones a lo largo y ancho del mundo, muchas de ellas presidenciales. Están previstas elecciones para elegir a los mandatarios en países de la dimensión e importancia de India, Estados Unidos y Rusia. Habrá otras marcadas por la incertidumbre y la tensión geopolítica, como la de Taiwán, o incluso la incertidumbre de la guerra como la de Ucrania. Sin embargo, tanta concentración de elecciones no significa más democracia. Estamos en tiempos de inteligencia artificial (IA) y de sofisticación extrema de la manipulación que amenazan la fiabilidad de las urnas.

Está por verse si el ciclo electoral de 2024 acaba siendo un momento de profundización de la degradación o de resistencia democrática. La sensación de desorden no es nueva, ni siquiera su aceleración. Pero cada año se acentúa la erosión de las normas internacionales vigentes y aumenta la imprevisibilidad. El mundo es cada vez más descentralizado, diversificado y multidimensional.

América Latina se presenta como un bloque geopolíticamente híbrido que busca el desarrollo de economías sólidas tras un amplio abanico de gobiernos con propuestas desde izquierdas progresistas, hasta modelos de derecha profundamente liberales. De esta manera se dibuja una multiplicidad de escenarios que avizora un panorama complejo para 2024, puesto que los altos índices de delitos por manipulación de poderes y de corrupción, redes y mafias de narcotráfico, militarismos insurgentes, proliferación del crimen organizado, insurrecciones sociales, violación de derechos humanos y crisis inflacionarias, vienen delineando problemáticas que afectan consecutivamente a toda la región desde hace décadas.

En Latinoamérica hay seis elecciones previstas, algunas de ellas con polémica previa como las de Venezuela por las inhabilitaciones a la candidata opositora que el régimen de Nicolás Maduro no termina de levantar, o por la inconstitucionalidad de la reelección del presidente como en El Salvador.

El nacimiento de nuevos gobiernos con visiones cada vez más o menos radicales plantea escenarios como el de Ecuador, enmarcado en el crimen organizado, la inseguridad y la violencia que representan un verdadero desafío para un Gobierno de transición como el del actual presidente Daniel Noboa. La crisis económica de Argentina y las riesgosas propuestas de Javier Milei pudieran transformar la estructura geopolítica de los países del Sur. El intento de consolidación económica de Brasil y de Luiz Inácio Lula da Silva como líder global también implica una serie de alianzas estratégicas para el resto del continente.

Es el caso de El Salvador, el primer país del continente en celebrar elecciones en 2024. Se realizarán en febrero y están envueltas en una fuerte polémica porque el presidente Nayib Bukele pidió licencia para ir por la reelección, burlando así la prohibición expresa que hace la Constitución de ese país para que un mandatario repita mandato.

El calendario electoral de la región continúa el 5 de mayo, con las elecciones de Panamá, donde además del presidente se renovará completamente el Parlamento, se nominarán a las autoridades locales y se elegirá una Asamblea Constituyente para reformar la Carta Magna de ese país. Pero un detalle: el favorito para ganar la Presidencia, según las encuestas, en este caso es un opositor: el expresidente Ricardo Martinelli (2009-2014), bajo quien pesan denuncias de corrupción e incluso fue sancionado por Estados Unidos, a donde tiene prohibido el ingreso. Por el oficialismo compite el actual vicepresidente, José Gabriel Carrizo.

Una semana después, en República Dominicana se celebrarán las elecciones de primera vuelta. El favorito es el actual presidente Luis Abinader, que va por la reelección. El calendario electoral latinoamericano seguirá en junio, cuando México elija a una mujer como presidenta por primera vez en su historia. En diciembre, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cumplirá su sexenio presidencial y pretende pasarle el mando a una de las figuras políticas más cercanas a él: Claudia Sheinbaum.

En Uruguay, las elecciones generales que definirán la Presidencia y el Parlamento serán en octubre. Aunque el calendario electoral empieza en junio, cuando los partidos van a elecciones internas, el oficialismo está integrado por cinco partidos y al menos dos de ellos tendrán elecciones internas muy competitivas. En la oposición uruguaya, el Frente Amplio, habrá al menos cuatro candidatos.

Según una encuesta de la consultora Equipos, en la que se les preguntó a los uruguayos en forma abierta “a qué partido votaría si las elecciones fueran hoy”, el 45% respondió que lo haría por el Frente Amplio y el 38% nombró a alguno de los partidos de la coalición de gobierno.

En Venezuela aún no hay fecha para las elecciones, que se estima serán en diciembre. El régimen de Maduro aún mantiene la inhabilitación para la candidata opositora María Corina Machado, que ganó las primarias de la oposición realizadas este año 2023. En otros países latinoamericanos también habrá elecciones regionales o municipales, como por ejemplo en Chile y Brasil.

En el caso de Perú, el régimen de Dina Boluarte seguirá sobreviviendo en un equilibrio inestable, con diversos actores en el Congreso que podrían perder sus cargos si el gobierno de Boluarte cae antes de las elecciones de 2026. En medio de la incertidumbre, la mayoría de las nuevas inversiones mineras extranjeras y otros compromisos económicos importantes seguirán en suspenso. Es posible que en 2024 se produzcan nuevas oleadas de protestas sociales, sobre todo en el interior y cerca de la frontera con Bolivia, aquejadas tanto por el etnonacionalismo indígena.

En Estados Unidos, el calendario electoral para las presidenciales del 2024 será intenso durante todo el año. El presidente lo elegirá el Colegio Electoral que surja de las elecciones del martes 5 de noviembre entre el actual presidente Joe Biden y quien resulte seleccionado por los republicanos. A partir de enero empezarán las elecciones primarias y los caucus estatales; sin embargo, a falta de concretarse los candidatos definitivos, el imaginario de un posible duelo electoral entre octogenarios se resuelve, de momento según las encuestas, a favor de Trump. Mientras tanto, la fecha del juicio al expresidente se acerca peligrosamente al supermartes del 5 de marzo, el día en que 13 estados votan en las primarias republicanas.

Es importante indicar que una reciente investigación realizada conjuntamente entre The Guardian con la Universidad de Chicago afirma que un 5,5% de los estadounidenses, es decir, 14 millones de personas, creen que el uso de la fuerza está justificado para restaurar a Donald Trump en la presidencia, mientras que otro 8,9%, unos 23 millones de estadounidenses, creen que la fuerza está justificada para impedirlo. No se trata de una tendencia aislada. El riesgo de inestabilidad política y de violencia vinculada a procesos electorales va en alza, así lo confirma la Fundación Kofi Annan (https://www.theguardian.com/us-news/2023/sep/26/danger-democracy-event-livestream-2024-election-university-chicago).

El país más poblado del mundo también tendrá elecciones en abril. En India, el actual presidente Narendra Modi también irá por la reelección, en este caso, por un tercer mandato.

Dos países que están en guerra tienen previstas elecciones. En Rusia, cuyos resultados pudieran ser no muy creíbles ya que existe la gran posibilidad de que Vladimir Putin continúe en el poder. En Ucrania debería haber elecciones, pero es algo que no está aún definido dado que la ley le permite al gobierno suspenderlas por estar en guerra. El mandato de Volodímir Zelenski terminaría en marzo y el tema aún está en discusión.

Entre las elecciones pesadas también debe considerarse la de Taiwán. Pese a tratarse de una pequeña isla, la tensión diplomática entre China y Estados Unidos por ese territorio sigue en el aire. Otro llamado a las urnas no tiene que ver con un país sino con una asociación: la Unión Europea. Se votará entre el 6 y el 9 de junio para elegir un nuevo Parlamento Europeo.

En materia económica, las economías de América Latina y el Caribe continuaron desacelerándose en 2023, y las perspectivas para el año próximo no son alentadoras: “se espera que la tasa de crecimiento sea aún menor, al igual que la creación de empleo, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe”. Este año cerrará con un modesto crecimiento del 2,2% del Producto Interno Bruto regional, y para 2024 se proyecta que sea de 1,9%, de acuerdo con el Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe de 2023.

Es difícil predecir los resultados que se alcanzarán en el año 2024; ello se debe a que todo dependerá de la combinación de acontecimientos individuales y difíciles de vaticinar, así como de los efectos de la interactividad e iniciativas de los líderes individualmente.

No obstante, desde esta columna, les deseamos a nuestros lectores un feliz año 2024.

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