¿De dónde venimos y para dónde vamos?

Cuando era profesor en la Universidad Latinoamericana y del Caribe, siempre les decía a mis alumnos que había una metodología sencilla que nos permitía entender con mucha facilidad cualquier problema, particularmente si este era económico o político ya que nos permitía ver con claridad el escenario que estábamos por transitar. Esta metodología consta de tres preguntas: DE DONDE VENIMOS?, DONDE ESTAMOS? Y PARA DONDE VAMOS?. En esta oportunidad solo nos referiremos a dos de esas preguntas: de donde venimos? Y para dónde vamos?.

¿DE DONDE VENIMOS?
El final de cada año nos permite hacer un balance de ganancias y pérdidas que obtuvimos en el ejercicio anterior. Ese balance se hace tanto a nivel personal, organizacional así como también de países. Dentro de este marco me propongo reflexionar y sacar cuentas acerca del balance global como de nuestra region. Adelantándome a las conclusiones no puedo sino decir que los resultados de la gestión 2022 no fue beneficiosa y seguramente los del 2023 tampoco lo será.

Ciertamente, uno de los eventos que marco el devenir del mundo en el pasado año 2022, fue la invasión de Rusia a Ucrania. A estas alturas nadie en su sano juicio puede señalar que los contendientes hayan llegado al escenario de sangre previo para sentarse, cara a cara, en una mesa de negociación.

Como se ha señalado en varias ocasiones, en 1947, Europa había jurado desterrar la guerra en su territorio, pero unas fotografías que solo parecían posibles en blanco y negro pudieron dar al traste con la vocación de paz que se fraguo bajo el paraguas del Tratado de París de 1947, dicho tratado supuso, por fin, la paz. Sin embargo, a estas alturas, el fin de la guerra de Ucrania no parece inminente.
Me atrevería a afirmar que la guerra en Ucrania ha transformado el planeta. Nunca una guerra enfocada en un solo país ha tenido tantas y tan variadas repercusiones, siendo, quizás una de las más graves, que la humanidad entra en el año 2023 con una sensación de vulnerabilidad extrema, superior incluso a la experimentada en el momento más álgido de la pandemia ya que en ese entonces, el mundo confiaba en que la ciencia desarrollaría una vacuna, como de hecho sucedió, y en tiempo récord, a partir del cual la vida humana recobraría la normalidad.
Por el contrario la guerra de Ucrania tiene un desarrollo incierto que, entre tanto, desestabiliza el marco mental de la humanidad; sin ser un retorno al viejo orden de la guerra fría entre Washington y Moscú, sino una dinámica que provoca desorden y confusión, en la que se espera un mayor protagonismo de otros países como la República Popular China y quizás, de otros más.
Esta percepción de vulnerabilidad y ausencia de paradigmas claros, especialmente entre las poblaciones de Europa, que jamás llegaron a pensar que podrían pasar frío en sus hogares durante el invierno. En contraposición, en otras regiones del mundo, en cambio, ya están acostumbradas a ondas de crisis adversas, más bien producidas, por el precio de los alimentos básicos, advenimientos de gobiernos dictatoriales. El año 2023 comienza con un incierto mercado energético, lo que desdibuja las certezas y apunta a un orden internacional diferente y pendiente no solo de su arquitectura sino como también de sus arquitectos.
A nivel global uno de los eventos importantes en el presente año 2023 estará focalizado en la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, quien se juega la reelección el próximo 18 de junio. Su importancia radica, en primer lugar en que este país es miembro de la OTAN, en segundo lugar porque Erdogan es un puente directo con Vladimir Putin, mediación que convendría mantener porque pase lo que pase, Ucrania y Rusia seguirán siendo vecinas.
Irán es otro ejemplo grave de problema global. Desde el asesinato de Mahsa Amini a manos de la policía moral iraní, las protestas se han visto generalizadas en el país, aunque difícilmente podrán acabar con una teocracia despótica que se sustenta en los recursos petrolíferos, en slogans patrioteros de hacer frente común a los enemigos exteriores y en su programa nuclear que se transformó en una línea roja para Estados Unidos, Arabia Saudí e Israel, además de propiciar tensiones internacionales. Aunado a lo anterior se encuentra la provisión de drones a Rusia para reforzar el arsenal armamentista que ese país invasor está utilizando contra Ucrania.
No puedo dejar de mencionar las tragedias climáticas. El verano de 2022 fue el más cálido jamás registrado en Europa, los récords de temperatura provocaron sequías e incendios. Más de 660.000 hectáreas de bosques ardieron entre enero y mitad de agosto en la UE. Los glaciares de los Alpes sufrieron una pérdida de masa histórica y al menos 15.000 muertes son directamente imputables a este calor extremo en Europa, según la Organización Mundial de la Salud.

China también batió récords de calor en agosto, y la sequía amenaza de hambre el Cuerno de África. Los incendios y la deforestación también alcanzan máximos en la Amazonía brasileña y en Pakistán, unas inundaciones históricas debido a un monzón de proporciones anormales mataron a más de 1.700 personas y obligaron a desplazarse a ocho millones personas. Un tercio del país se encuentra anegado.

Sin embargo no todo es negativo, tras unas duras negociaciones, la conferencia del clima de la ONU de Egipto (COP27) concluyo con un acuerdo político para crear un fondo con el que compensar a los países más vulnerables por las pérdidas y los daños sufridos a causa del cambio climático.

¿PARA DONDE VAMOS?
El futuro siempre es incierto, pero la incertidumbre ahora no es tanto sobre el qué, sino sobre el cómo, el quién y el hasta cuándo durara.

A pesar de que suena como un cliché, el año 2023 se presenta muy incierto, pero es la verdad, ya que la guerra desatada en Europa es la plataforma donde está montada la desaceleración de la actividad económica mundial, siendo la inflación el primero de los impactos, que la ha llevado a niveles no registrados en décadas. Los textos de economía nos enseñan que las perspectivas económicas de un país dependen de la puesta en práctica de una adecuada política monetaria y financiera, solo eso, sin tomar en cuenta la existencia de imponderables difíciles de manejar como por ejemplo la estabilidad política de los países que siempre sirve de algo frente a las eventualidades mundiales. Mas concretamente la trayectoria de la guerra en Ucrania y las perspectivas de crecimiento en China, este caso es muy importante porque China es uno de los dos grandes jugadores en el comercio mundial.

La inflación se ha visto acentuada por la guerra de Ucrania, que sumió a Europa en una profunda crisis energética. En respuesta a las sanciones occidentales, Rusia multiplicó las represalias, golpeando en especial el punto flaco de la UE: su dependencia del gas ruso. Sus exportaciones de gas, en particular a Alemania e Italia, están en caída libre. La guerra también hizo subir los precios de los cereales, y por extensión los alimentos para los animales.
En el escenario de Estados Unidos, el presidente Joe Biden no tiene eventos electorales en el 2023, una vez superadas con buenas notas las elecciones de mitad de mandato, celebradas en noviembre del 2022. Si la inflación no se desborda, y el espectro de la recesión tampoco, el presidente Biden podría manejar los apoyos necesarios con relativa facilidad.
El caso de nuestra region, America Latina, es bastante preocupante, según organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han concluido que
una respetable cantidad de personas no podrán satisfacer las necesidades mínimas de nutrición, vestimenta y vivienda.
Estos organismo han calculado el porcentaje de personas que tendrán que vivir por debajo de la línea de pobreza, a saber:
Guatemala (59,3), Haití (58,5), Honduras (48), México (43,9) y Colombia (42,5) son algunos de los países de Latinoamérica con un mayor porcentaje de la población viviendo bajo la línea de pobreza. Otros le siguen de cerca, como Argentina (42), Bolivia (39), Venezuela (33,1), Ecuador (33) y Perú (30,1). Los países con un menor porcentaje de poblacion viviendo bajo la línea de pobreza son Chile (10,8), Uruguay (11,6), Nicaragua (24,9), El Salvador (26,2) y Costa Rica (30).

Lo anterior nos indica que la región de América Latina se enfrenta a una “grave crisis social” ya que los niveles de pobreza para el año 2022 se situaron en el 32,1% de la población total, una cifra superior a la que se registraba antes de la pandemia, en 2019. Estas cifras implican que 15 millones de personas adicionales estarán en la pobreza y que el número de personas en pobreza extrema será 12 millones más alto que el registrado en 2019.
Muchos nos preguntamos ¿De qué sirve que crezca el PIB si las escuelas se caen a pedazos? ¿De qué sirve un PBI fuerte si el Estado no puede controlar a aquellos que detentan el poder económico concentren, también, el poder político ¿De qué sirve un PBI fuerte si esa fuente de inequidad, de usurpación de la libertad y de desigualdad ante la ley es aún más grave que los supuestos éxitos económicos que puedan derivarse de cualquier política aplicada. A quién beneficia un mercado laboral fuerte si desplazarse hasta el lugar de trabajo es inseguro? Lo anterior, en forma de preguntas, son exigencias y están alimentando las protestas sociales en diferentes partes de la región.
Lo que puede suceder en la region en el año 2023, será solo una muestra del hartazgo en que vive la población. El caso mas patético es Chile, su presidente Gabriel Boric finaliza el año 2022 solo con un porcentaje de aceptación de 33%, es decir que gran parte de ese 60% que lo llevo a ser Presidente de Chile ya no lo apoya.
Como lo señale anteriormente: El futuro siempre es incierto, pero la incertidumbre ahora no es tanto sobre el qué, sino sobre el cómo, el quién y el hasta cuándo durara.

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