Movimientos sociales en México (5ª y última parte) 

México es un hervidero de movimientos sociales de norte a sur, de costa a costa, que buscan dar salida a las más diversas problemáticas: sindicalistas, campesinos, ambientalistas, defensores del agua, del maíz y el frijol, opositores a la minería tóxica, normalistas, estudiantes, personas de capacidades diferentes, organizaciones de búsqueda de desaparecidos, médicas y parteras tradicionales, economía solidaria, cooperativistas, maestras y maestros, mexicanistas, movimiento urbano popular, artistas, promotores culturales, pueblos originarios, comunitarios, promotores de la suspensión del pago de la deuda pública, académicos y ciudadanos preocupados por diversas causas. Por lo general esos movimientos se desarrollan de modo aislado, aunque tienen enemigos comunes, pero también tienden a ligarse y sumar fuerzas desarrollando una agenda común.   

La unidad se va dando en la acción, no se forja por medio de viejas y desgastantes discusiones ideológicas o por la corporativización de partidos políticos. La unidad de acción se desarrolla por encima de todo tipo de diferencias de edad, género, preferencia sexual, color de piel, origen nacional, ideología, religión, partido, situación socioeconómica, estilo de vida. Se avanza logrando consensos y causas comunes.   

El neoliberalismo y neocolonialismo ha logrado imponer sus intereses pisoteando derechos y atacando a toda organización y colectivo, lo ha hecho por décadas ya, pero las leyes naturales imperan y la Tercera Ley de Newton o principio de acción y reacción, plantea que “toda acción genera una reacción de igual intensidad, pero en sentido opuesto. Siempre que un objeto ejerza una fuerza sobre otro, este último devolverá una fuerza de igual magnitud, pero en sentido opuesto al primero”. 

En nuestro caso a los golpes de la reacción, el pueblo entrará en acción para transformar profundamente su realidad logrando implementar un nuevo modelo económico, político, social y cultural.  

Poco a poco, los movimientos sociales pasarán de ser reactivos y defensivos frente a ciertas coyunturas, acciones u omisiones específicas por parte del Estado. Los gobiernos locales, las corporaciones, como han sido, salvo honrosas excepciones durante el neocolonialismo, tendrán que pasar a ser proactivos defendiendo en todo momento y por encima de todo, su propia agenda, desarrollando su potencia y construyendo poder popular, mismo que garantizará necesariamente que prevalezca la voluntad popular. Apoyándose siempre en la experiencia de décadas pasadas y algunos casos del presente reciente en las que la fuerza de la gente fue factor clave para la toma de grandes decisiones a favor de los intereses de las y los mexicanos. Y esa misma experiencia indica que no debemos conformarnos con soluciones parciales, inmediatas, sino que hacen falta medidas profundas y a largo plazo, además de una renovación democrática que permita que prevalezca la voluntad popular.  

El pueblo tiene su propia voz, es necesario que se organice y se exprese, además de ir encontrando los consensos que lleven a la más amplia unidad, porque en democracia el pueblo debe decidir y hacer su voluntad. Ha de mandar y sus representantes responder a la voluntad popular. Debemos superar todos los mecanismos actuales que hay en el sistema político y que buscan enajenar al pueblo, someterlo e imponerle una agenda que no es la suya. 

El mecanismo que se ha usado en los últimos doscientos años es el de reconocer que la soberanía radica en el pueblo, pero al mismo tiempo se le exige que entregue su soberanía, ya no a un rey como antes de la Independencia, sino al Congreso y diversos representantes. Le llaman “democracia representativa”, el problema es que no se les mandata, se les entrega el poder de decisión, que pertenece al pueblo, sin que existan mecanismos por medio de los cuales se sometan a la voluntad popular; a los representantes de hecho se les entrega un cheque en blanco con la mera esperanza de que hagan buen uso de él. Otro problema es que los representantes no actúan de cara al pueblo, sino a las cúpulas que les permitieron acceder al poder y sostenerse en él.  

Por lo tanto, en el sistema de partidos los representantes y funcionarios pueden apoyar u obstaculizar y hasta combatir a los movimientos sociales pues no están mandatados. 

En las campañas prometen alegremente todo lo que se les ocurre, pero al llegar al poder hacen lo que quieren y actúan, por lo general, por sí y ante sí. El sistema promueve que la gente espere de manera pasiva que un representante promueva la respuesta a la demanda y desalienta de muchas formas la movilización que obligue a solucionar el problema. Implementa mecanismos en los que los funcionarios reciben a pequeñas comisiones, para negociar “en cortito” con los líderes, a la vez que de una a otra reunión se va posponiendo la respuesta, para cansar a la gente, además, es común que parte de la información se reserve y no se haga pública. Al mismo tiempo que se usan todas las artimañas para dividir a los movimientos, comprando a algunos líderes y promoviendo pleitos y contradicciones que rompen la unidad y fragmentan la fuerza. Aprovechan el sectarismo de algunos líderes para mantener los movimientos dispersos. Otro mecanismo utilizado es que el poder legislativo realice conferencias de prensa, foros, en los que se simula apertura, pero solo de fachada, para aparentar que “se escucha a todas y todos”, pero sin moverse un sólo centímetro de la agenda del poder y de las decisiones cupulares o que a través del poder judicial se eliminen los triunfos populares…  

Vamos a romper con eso, vamos a darle prioridad a nuestra propia agenda, a nuestras propuestas hacia el futuro. Las diferentes organizaciones, colectivos y personas, vamos a organizarnos para escucharnos, romper el aislamiento y la fragmentación en la que nos ha colocado el neoliberalismo y su sistema político; a enfocarnos en nuestra propia visión de las cosas y ver el mundo con nuestros propios ojos, no con los de quienes nos dominan, para así desarrollar la unidad de acción, e ir cimentando la unión popular. El enfocarnos en la Agenda del Pueblo, tiene la virtud de buscar que nos concentremos en el diagnóstico de México y en las medidas a tomar de cara al futuro, que sirvan como piso para la unidad de acción entre las organizaciones populares de todos los sectores y lugares del país.   

Necesitamos la renovación democrática, un sistema político basado en las comunidades organizadas de vivienda, trabajo, estudio y actividad para que el pueblo sea quien decida y se organice para garantizar su soberanía. No financiar a los partidos, que de tal forma prostituyen su esencia, porque “compran” funcionarios y militantes a sueldo que actúan por una remuneración y no por un ideal o proyecto. Lo que hay que financiar es el proceso electoral, para que las campañas no sean un derroche de recursos, sino que el proceso cree condiciones para que los electores propongan y decidan el proyecto a seguir y participen en atender las discusiones, los debates entre los candidatos deben ser en igualdad de condiciones. Que los candidatos no puedan gastar un centavo en propaganda y tengan tiempos iguales en televisión, radio y prensa para sopesar y analizar ideas y la factibilidad de su aplicación. Que el presupuesto para elecciones se aplique a crear brigadas para implementar asambleas en todo el país en las que se fomente la participación popular y su toma de decisiones, para que de ahí salgan las propuestas de candidatos. Que antes de escoger un representante se le conozca, se sepa quién es y cómo actúa, porque en el sistema actual la mayoría solo conoce a los candidatos por sus fotos y algún dicho.  

El congreso debe estar obligado a aprobar un diseño presupuestal vinculado a los acuerdos aprobados por los votantes en el proceso electoral, para que se desarrolle el programa que haga efectiva la voluntad popular. Actualmente la mayoría de las demandas son desechadas con el argumento de que no hay presupuesto.  

Necesitamos un sistema político basado en asambleas democráticas. La asamblea nacional integra los tres poderes y a los funcionarios responsables de aplicar las decisiones que toma la población. La asamblea popular recoge y resignifica esta vieja tradición democrática que se pierde en los tiempos y que tiene profundas raíces.      

Se requiere el voto informado, que la ciudadanía, no los partidos, seleccionen a los candidatos, porque sin derecho a la selección, no existe el derecho a la elección. Urge eliminar las campañas basadas en el dinero y la propaganda, para que sean equitativas y con propuestas. Es necesario votar por programas y no por candidatos en lo personal, sino que éstos se comprometan a desarrollar los programas que exige la población, para ello se requiere mandatar a los representantes para que “manden obedeciendo” acompañado por mecanismos de revocación de mandato, a todos los niveles, a los representantes que no cumplan.       

Es hora de construir la paz desde la comunidad organizada, erradicar la violencia y las desapariciones, garantizar la búsqueda en todos los rincones del país, logrando el castigo a los culpables. Reforzar la seguridad que incluya la protección civil ante desastres naturales y la seguridad en todo el territorio, hay que resolver el grave problema de los desplazamientos forzados y que cese la impunidad, discriminación, misoginia y privilegios.      

Que las comunidades se empoderen desde la localidad, en las regiones y en todo nuestro país. Actuemos con ética, para empoderarnos en lo personal en lo colectivo y lograr que el pueblo sea quien decida.   

La única salida para el país es la acción consciente y organizada de los trabajadores y el pueblo para tomar en sus propias manos su destino y el control de su propia vida, generando poderosos movimientos sociales autónomos que nos llevan por el nuevo camino a seguir para construir el futuro y que sean una palanca, ya sea para apoyar y dar rumbo a gobiernos populares y progresistas, o para resistir ante gobiernos conservadores.      

¿Cuál es la tarea actual de los partidos? En primer lugar, romper con la mafia de los carteles al servicio de las grandes corporaciones y del imperio, fomentar la concientización popular en el sentido de que la gente entre en acción y sea el pueblo el factor de decisión, no las cúpulas partidarias, que se apoye la autonomía de los movimientos sociales dejando a un lado la vieja práctica del corporativismo. Estos movimientos sociales cimentarán todas las medidas de un gobierno progresista, siendo su principal apoyo para una profunda transformación.  

Es la hora de la movilización social, que tarde o temprano, con grandes esfuerzos, sacrificios y superando obstáculos, alcanzará la victoria. 

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