La putinesca aventura de Putin

La invasión a gran escala de Rusia a Ucrania fue más allá de lo que muchos observadores pensaron que el presidente ruso, Vladimir Putin estaba preparado para hacer.

Al momento de escribir estas líneas los negociadores ucranianos y rusos deben estar analizando cuál será la estrategia para seguir la segunda ronda de negociaciones entre ambos países. Momento muy delicado porque la agresión continuará hasta no haberse acordado el primer cese al fuego. La invasión ordenada por Putin continúa asolando al país invadido. No hay forma ni manera que podamos aceptar que en pleno siglo XXI sigan sucediendo cosas tan históricas como estas.

Y lo que es peor, que, si no se le impone un freno a las ambiciones territoriales de Putin, el conflicto podría extenderse más allá de las fronteras de Ucrania. De hecho en una demostración de insania mental amenazó a Finlandia y Suecia con acciones militares si accedían a la OTAN.

La apuesta de Putin ha despertado el temor de que la absorción de Ucrania pueda ser el preludio de la búsqueda de una porción más grande de Europa. Los estados bálticos, que son el hogar de grandes minorías étnicas rusas, están particularmente preocupados. También lo es Polonia, que no es ajena a las invasiones rusas.

No obstante, un pequeño detalle: Polonia y los países bálticos, son miembros de la OTAN. Una guerra rusa contra el pequeño ejército de Ucrania, que no pertenece a la OTAN, es muy diferente de enredarse directamente con una poderosa alianza militar con armas nucleares que ha estado aumentando su número en Europa del Este durante meses. Esa es una gran apuesta incluso para un líder que cree que tiene las manos libres para hacer lo que le plazca en estos días. 

La pregunta es: ¿Que busca Putin con esta grotesca acción? La respuesta es muy sencilla, por un lado evitar que Ucrania, soberanamente, forme parte del conjunto de instituciones europeas; Unión Europea y la OTAN ya que teme que este último organismo, le respire al oído, como se dice en la jerga popular. Por otro lado, se ha venido configurando un nuevo orden mundial en donde dos países figuran como protagonistas de ese orden: Estados Unidos y China quienes llevarán la voz cantante a nivel mundial. Eso es inevitable.

Me permito decir que Putin no está invitado a esa fiesta y la fuerza de los hechos terminan por hacerle entender que esa es la verdad. Muy a mi pesar, eso sucederá después del derramamiento de sangre que está provocando.

Rusia no es ni de cerca la Unión Soviética y Putin no es Rusia. Aunque Putin a nombre de Rusia gane todas las batallas, al final perderá la guerra. El presidente ruso, en su anhelo imperialista, atacó un país bajo el pretexto falso de que no es una nación real y que la mayoría de sus ciudadanos desean ser parte de Rusia.

El historiador israelí Yuval Harari dice: “cada día que pasa Putin se hunde un pantano del cual le va a ser difícil salir airoso”. 

No cabe la menor duda que más días oscuros están por venir y que los rusos aún pueden cumplir su misión y conquistar Ucrania. No obstante, la respuesta del mundo en contra de sus aspiraciones ha sido contundente, países de histórica posición neutral la abandonaron y se han acogido al sistema de sanciones aprobadas por Europa y Estados Unidos, lo cual es una gran noticia para todos. Nos queda la sensación de que no estamos solos ante una agresión.

Hace meses en una conversación con un Consultor internacional le pregunte que evento fundamental puede hacer que ese nuevo orden se consolide rápidamente, me respondió: “el orden vigente se concretó con el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki”.

Nunca más el Holodomor (dar muerte por hambruna) que sucedió de 1932 a 1933 en Ucrania, en aquel momento provincia rusa, cuya gente había confrontado las políticas comunistas de trabajo agrario colectivo y la abolición de la propiedad privada. Se calcula que 3,9 millones de ucranianos murieron de hambre porque Stalin y su gobierno decidieron que esa región necesitaba aleccionar.

No me cabe la menor duda que la guerra en Ucrania cambiará al mundo, le dará otra forma.  Gorbachov dejó a rusos y ucranianos sintiéndose como hermanos; Putin los ha convertido en enemigos.

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