La sexualidad

Hace poco escuché una conversación de dos chicas. Una de ellas le contaba a la otra que había ido a un ginecólogo.  Le decía: “No me gustó ese doctor porque me hizo tantas preguntas privadas que me sentí como si yo fuera una ‘mujer de la calle’. Deseaba que terminara ese diálogo de la sexualidad e irme corriendo a casa”

Sí, es un poco incómodo hablar de cosas privadas con alguien desconocido, y si es la primera vez que ves a un especialista de esta clase, mucho más. Lo entiendo. También es verdad que se debe hablar claramente con el médico, es decir, contestar sobre las preguntas que te haga. Por ello, cada día se comprueba que la sexualidad desempeña un papel capital en el equilibrio del cuerpo y del espíritu, y ello aún más en las mujeres que en los hombres, contrariamente a la creencia popular.

La mujer es rígida por sus hormonas, y el orgasmo implica en ella un aumento de la función hormonal. Por lo tanto, este orgasmo es necesario. Desde el punto de vista psicológico, una mujer sexualmente equilibrada es sensiblemente más fuerte.

Además, la sexualidad es una realidad positiva creada por Dios como expresión de amor y unión, que se encarna dentro del acuerdo matrimonial. Su visión es polémica, ya que no suele reconocer o no suele enfrentarse a otros aspectos de la sexualidad.

La sexualidad es el conjunto de condiciones que caracterizan el sexo de cada persona. Desde el punto de vista histórico cultural, es el conjunto de fenómenos emocionales, de conductas y prácticas asociadas a la búsqueda de emoción sexual, que marcan de manera decisiva al ser humano en todas  y cada una de las fases determinantes de su desarrollo. 

Es importante para la mujer, ocuparse de su sexualidad, pero también se trata de un punto a menudo delicado de plantear, ya que si bien se vive en una libertad sexual cada vez más total y libre, el hecho de preguntar a una mujer si en este aspecto se halla equilibrada, hace que pase ante sus ojos por una persona indiscreta y curiosa. En lugar de hacerla hablar sobre el tema o problema, francamente y con naturalidad, casi siempre disimulan; precisamente porque no mide la importancia del problema o situación, claro, si lo hay. Afortunadamente, hay ciertos signos que permiten hacerse de una idea precisa de hacerla hablar, y los médicos saben cómo hacerlo.

Y si habla, está nerviosa, baja los ojos al piso o mira al techo, esa persona tiene a menudo muchos problemas. Una mujer feliz y confiada presenta a menudo la imagen de una mujer más equilibrada, más tranquila, alegre, relajada, lo cual no quiere decir ni mucho menos, que no sea tímida, ya que no son las personas menos tímidas ni las que ablanden el estandarte de la libertad sexual las que han encontrado su equilibrio en este sentido. Esta actitud general da una primera indicación y luego, con la discusión se acaba uno por formar una idea definitiva.

Así, por ejemplo, cuando preguntan a una persona si tiene relaciones, la forma que siempre responden, dice a menudo mucho más que la respuesta en sí. Hay pocas mujeres que dicen la verdad por primera vez, incluso cuando la respuesta varía entre “Sí, por supuesto, como todo el mundo”, “Sí, todo marcha bien en ese aspecto” o “Estoy casada”. Como si el solo hecho de estar casada implica un equilibrio, y contestan casi siempre “Qué, ¿sexualmente?, yo cumplo con mi deber conyugal”, dando así a este acto solo la idea del cumplimiento de “un castigo” que da la imagen de “una de las cosas más normales de un matrimonio”.

En estos casos se puede afirmar sin ningún peligro, que algunas mujeres no están del todo equilibradas sexualmente. Así pues, esto representa en ellas un papel capital para su equilibrio. Una mujer bien equilibrada en todo sentido será una mujer que en cuanto a su vida en general, será más estable y feliz. 

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