Son tantas las mujeres que se han destacado en nuestro siglo y en tan diversas actividades, que bien merece llamarse el siglo de la mujer. Ellas han sobresalido en la política, ciencias, literatura, arte en general, derechos humanos, la paz, la defensa del ambiente, de los animales, etc.
Las mujeres en general han sido centro de la noticia gracias a sus verdaderos méritos y conquistas reales.
Entre tantas mujeres hay una sola que indudablemente tendrá el favoritismo total: nuestra madre. Por esta razón, al acercarse el día universal de la Madre, rendiremos homenaje a ese ser que nos trajo al mundo, nos dio vida, amor y ternura.
En nuestra época, sobre todo, para la sensibilidad hispana, la madre ha adquirido para los hijos un sitial de mayor preferencia que el padre. Esto explica que el Día de la madre posea un carácter más festivo que su similar al padre. Sin duda, el equilibrio se obtendrá cuando el padre y la madre sean vistos como el tronco robusto que dio origen a una familia, y ambas celebraciones adquieran su verdadero carácter de reencuentro familiar.
Desde las páginas de la Biblia, pasando por los poetas, escritores y filósofos, la madre seguirá siendo el tema de mayor inspiración para siempre. Las madres representan para el hijo el bien, la providencia, la ley, la educación, el amor, respeto, en otras palabras, todo en su forma tangible.
Las madres son las grandes pedagogas de sus hijos y poseen el mérito de hacer de su hogar la primera escuela y el primer templo. En sus rodillas maternas es donde el niño se abre a la verdad y su corazón al amor de su madre.
No solamente al comienzo de la vida cuando se siente la presencia reconfortante de la madre, también en medio de las tormentas y fracasos de la vida. Allí están las madres infundiendo valor y consuelo. Porque para una madre su hijo nunca crece, siempre se los ve como su niño, en todas las situaciones y circunstancias.
Cuando en la vida de un hijo ocurre algún desamparo, desilusión o desprotección y no tiene donde apoyarse, solo ve con claridad la imagen de la madre. Ella es el refugio, la esperanza y el consuelo. La grandeza de una madre nace del hecho de haber dado lo más grande que puede recibir un ser humano y es la propia vida. Si el gozo de dar es proporcional al valor del don que se ofrece, nadie en la vida puede sentirse más feliz que una madre cuando da a luz. Por eso dijo con mucha razón un poeta, “solo una madre sabe lo que quiere decir amar y ser feliz”.
Una de las bellas cualidades de toda madre es su capacidad para comprender a sus hijos, para saber esperar y, sobre todo, para su disposición a perdonar. “Las madres perdonan siempre”, recuerdo una frase de Alejandro Dumas. Para una madre sus hijos nunca envejecen, tampoco dejan de ser niños, aunque tengan canas. Por esto, a ella se le quiere y respeta siempre, con igual cariño. Ella posee el don de vencer el paso del tiempo. Son ellas, quienes reciben emocionadas a su hijo o hija, recién nacidos, en sus brazos de madre joven, primeriza e inexperta.
En estos tiempos, cabe mencionar que las necesidades económicas y sociales de un mundo cambiante, constantemente han modificado también la imagen y el rol de la madre.
Antiguamente, la madre era la presencia permanente en el hogar y no se la imaginaba ejerciendo otra tarea que no fuera la educación de los hijos y el cuidado de la casa. Ahora, la madre se educa y obtiene una profesión, por lo tanto, también trabaja, pero no por esto descuida a sus hijos, ni los quehaceres de su casa.
Para terminar solo les digo: la mujer, siempre ha sido musa de muchos pintores y poetas siendo así la personificación misma de la real belleza.
Feliz Día de la Madre