La falta de lluvia y la disminución de la cantidad de agua en los embalses de Túnez están afectando al sector agrícola del país, lo que pone en peligro tanto el 9% del PIB como el acceso al agua potable.
Cuatro años consecutivos de sequía han revelado un desequilibrio entre grandes y pequeños agricultores, áreas urbanas y rurales y entre el norte montañoso y el sur desértico del país.
La compañía nacional de agua ha prohibido todas las actividades no esenciales hasta septiembre debido a la falta de agua.
Las infraestructuras obsoletas y la falta de estrategias de gestión a largo plazo están contribuyendo al problema.
Además, la política de Estado heredada de la colonización francesa favorece la exportación de cultivos no esenciales como los cítricos y los dátiles, que necesitan grandes cantidades de agua.
Túnez se encuentra por debajo del umbral de pobreza hídrica fijado por la Organización Mundial de la Salud, y el 11% del agua analizada no cumple con los mínimos de salubridad.
El gobierno espera que las restricciones y las previsiones de lluvia para mayo compensen el déficit de agua.