La aplastante victoria de Trump y Biden deja señales de alarma para ambos

Joe Biden y Donald Trump. Foto: AP / GETTY

Joe Biden y Donald Trump. Foto: AP / GETTY

El discurso sobre el Estado de la Unión este jueves marca la nueva fase de la campaña

La verdadera carrera empieza ahora, con el camino para Trump completamente despejado tras la retirada de la única rival republicana que le quedaba, Nikki Haley. Haley se marcha tras haber logrado imponerse solo en Washington, la capital estadounidense, y Vermont: los dos territorios en los que Biden ganó por mayor diferencia en 2020. En su discurso, Haley evitó dar su respaldo a Trump. Del lado republicano, la gran incógnita ahora es a quién apoyarán los votantes de la exembajadora ante la ONU: según las encuestas, una mezcla de republicanos de la vieja escuela moderada y antitrumpista, y simpatizantes desencantados de Biden. El presidente ya ha movido ficha y en un comunicado de reacción a la marcha de la exgobernadora les invitaba a unirse a él: “Donald Trump ha dejado claro que no quiere a los simpatizantes de Nikki Haley. Quiero ser claro: en mi campaña sí hay un hueco para ellos”.

Del lado demócrata, donde también el rival simbólico de Biden, el congresista Dean Phillips, ha anunciado el fin de su candidatura, el presidente se la juega este jueves con su discurso sobre el Estado de la Unión. La solemne cita anual ante las dos cámaras del Congreso es siempre una de las grandes fechas en el calendario político estadounidense. Pero esta vez resulta fundamental para Biden: lo que diga, cómo lo diga y la imagen que proyecte ante una audiencia de decenas de millones de personas perfilarán cómo le perciben los votantes a partir de ahora, en los meses en que los indecisos —ese bloque de electores que inclinará la balanza de uno u otro lado— consolidarán su opinión definitiva de voto.

Si algo ha quedado claro en esta primera etapa de las primarias es que ninguno de los dos candidatos enamora. Las encuestas apuntan a que entre un 60% y un 70% de la población preferiría que ninguno de los dos se presentara. Ambos arrastran sus propios lastres. Trump, su impopularidad entre los moderados, aunque por ahora lidera en las encuestas. En el caso de Biden —el primer presidente octogenario de EE UU— su gran escollo es su edad. Pero también la percepción de que la economía no marcha como debería, las quejas de buena parte de la población sobre el aumento de la inmigración ilegal y, entre el ala progresista, su respaldo a Israel en Gaza.

El presidente ya ha recibido avisos de sus votantes. Alguno de ellos serio. Tras su éxito en las primarias de Míchigan la semana pasada, la campaña organizada a toda prisa por grupos progresistas y la comunidad árabe estadounidense en varios Estados para pedir a los demócratas el voto “sin preferencia” o “no declarado” (equivalentes a un voto en blanco) y presionar así al presidente en favor de un alto el fuego en Gaza se ha apuntado un éxito importante en Minnesota. Allí, el 19% de las papeletas demócratas llevaban marcada esa opción. En Carolina del Norte, ese porcentaje era del 12%. En Massachussets superaba el 9%, y en Colorado el 7%, en una señal del descontento del voto joven y el ala progresista.

Hasta ahora, la Casa Blanca ha asegurado que escucha a estos votantes y expresa su confianza en que, llegado el momento en noviembre y ante la perspectiva de un nuevo mandato de Trump, volverán al redil y acabarán depositando su papeleta por Biden.

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