Rally Dakar: Porsche restaura el 959 Dakar de Jacky Ickx

Este singular ‘aparato’ terminó segundo en la edición de 1986. No ganó, pero logró ver el Lago Rosa.

A finales de enero de 1986, Senegal no es otro país más en el ecuador africano. Es una tierra, una gran mancha de arena más bien, cuasi virgen, que se ve violentada una vez más por el paso y la conclusión del Rally París-Dakar. “Un reto para quienes participan, un sueño para los que se quedan”.

Pero esta vez el sueño es más bien pesadilla: la nutrida caravana alcanza Dakar sin su miembro más ilustre, sin su creador Thierry Sabine, tristemente fallecido en un fatal accidente de helicóptero, en un doloroso tributo de sangre a su propia obra. La victoria en la clasificación general, asunto casi secundario, caerá hacia el sorprendente Porsche 959 de René Metge.

Tras él rueda, en un coche idéntico, Jacky Ickx. El astro belga, haciendo gala una vez más del temple y la prudencia que le permitieron sobrevivir a la época más peligrosa de la F1, tiene claro que no vale la pena disputar el triunfo a su compañero de equipo. Busca las rodadas de otros corredores, las sigue concienzudamente, reza para sí sus últimas oraciones. Aguanta. Y, al final, sus ojos encuentran la ribera del Lago Rosa, la imagen que sirve como ‘checkpoint’ final a su sufrimiento. La única estampa que puede dar sentido a la loca aventura que acaba de completar.

Casi cuarenta años han pasado desde entonces. En todo ese tiempo, el 959 de Ickx se ha preservado tal y como terminó la prueba dakariana. El polvo del desierto aún descansa sobre él y su carrocería todavía guarda la memoria de mil y un roces contra piedras, arbustos y, quizá, algún que otro competidor despistado.

La tradición preconiza que un coche de este tipo debe mantenerse así pero, como las tradiciones están hechas para romperse, los equipos de Porsche Classic y el museo de la marca han querido devolverle el brillo y el color que exhibía durante su debut en la plaza parisina del Trocadero, antes de partir para África.

Tal y como comentan los responsables del proyecto de restauración, el punto de partida fue relativamente asequible gracias a que, en el pasado, esta variante se construyó utilizando el mayor número posible de piezas del 959 de calle. Ello ha facilitado en gran medida reunir los recambios necesarios.

Igualmente, los técnicos pudieron constatar que ni el motor ni la transmisión del 959 sufrieron un desgaste especial. Eso, a pesar de una colosal travesía de más de 10.000 km, quemando en sus seis cilindros sustancias que apenas podían llamarse combustibles y recibiendo infinitos apaños en su mecánica y bastidor, cada uno por un ‘artista’ distinto.

Por último, al limpiar y empezar a desmontar el coche, además de restos de arena que salían de los lugares más recónditos (todavía más de tres décadas después), surgieron múltiples zonas oxidadas. Las pocas más graves se han saneado por completo, dejando las de corrosión más superficial como una ‘pátina’ que, desde luego, presta buen testimonio de su epopeya a través de la siempre salvaje África, con la especial luz del desierto como única guía.

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