Un papa en silla de ruedas, un inédito consistorio para nombrar cardenales en agosto y una visita a la ciudad donde está enterrado Celestino V, el primer pontífice que renunció, han alimentado las elucubraciones sobre el posible final de pontificado en medios de medio mundo, pero nada indica que el papa Francisco tenga esa intención.
“Siempre que el papa está enfermo corre brisa o huracán de cónclave”, alertó Francisco en septiembre pasado, cuando dijo que “no se le había pasado por la cabeza” renunciar tras su operación de colon unos meses antes.
Pero también fue Francisco quien en 2014 aseguró que “Benedicto XVI no es un caso único”, sino “alguien que abrió una puerta, la del papa emérito”, alimentando rumores cíclicos sobre su posible renuncia.
¿Por qué ahora? La imposibilidad de Francisco, de 85 años, de oficiar algunas misas por sus problemas en la rodilla y un conjunto de circunstancias concomitantes los han acrecentado.
Como la decisión anunciada este domingo de participar el 28 de agosto en la celebración del “Perdón” en L’Aquila (centro de Italia) instituida por Celestino V, el primer papa que, acuciado por el peso del cargo, renunció en 1294, tras poco más de cuatro meses de pontificado, y se retiró a una vida contemplativa.
Un día antes se celebrará el consistorio para el nombramiento de 21 cardenales, 16 de ellos posibles electores en un cónclave, en una época del año inédita para este tipo de ceremonias. Aunque la pandemia y la consiguiente imposibilidad de viajar hayan obligado a aplazar casi dos años los grandes eventos en el Vaticano.
Con ello, según algunos, el papa ha querido acelerar el diseño de un cónclave del que salga un sustituto que continúe con sus reformas y además convocó a los cardenales para explicarles los detalles de su nueva constitución apostólica “Praedicate Evangelium”.