El avance de los tanques rusos hacia la capital ucraniana, el toque de queda, las constantes alarmas antiaéreas y el éxodo de su población han convertido Kiev en una ciudad fantasma.
āQuiero pensar que los rusos no van a tomar mi ciudad. Porque, le dirĆ© la verdad, nosotros, los ucranianos, no queremos vivir en el paĆs que se llama Federación de Rusia. No. Eso es imposibleā, comentó a EFE Nina, fĆsica de profesión en un perfecto espaƱol.
El silencio sepulcral sólo es roto por las sirenas, las campanas de las iglesias y los esporĆ”dicos bombazos y disparos que se pueden oĆr en distintos barrios de la ciudad invadida por Ćŗltima vez hace mĆ”s de 80 aƱos por las tropas hitlerianas.
UN PAISAJE LUNAR
Los kievitas sólo salen a la calle para hacer acopio de alimentos. Apenas un par de tiendas no han cerrado sus puertas en el centro de la ciudad. Incluso los restaurantes de comida rĆ”pida dejaron de servir hace ya dos dĆas.
En las pocas tiendas abiertas ya hay colas, ya que la gente se prepara para un asedio. Hace dĆas que las estanterĆas de algunos supermercados cĆ©ntricos ya estaban vacĆas.
Hay prisa en los rostros de la gente, ya que el Ayuntamiento ha alargado el toque de queda. Ahora, queda prohibido salir a la calle despuƩs de las cinco de la tarde.
MĆ”s que una ciudad parece un paisaje lunar. Sólo los miembros de las fuerzas de autodefensa rompen la monotonĆa en las calles con sus patrullas.
āEsto es una locura. Los rusos se estĆ”n acercandoā, comentó uno de ellos frente a la Catedral de Santa SofĆa.
Los únicos que no parecen tener miedo a un posible ataque aéreo ruso son los vagabundos, que por una vez puedan campar a sus anchas en plazas y parques.
UN DIPUTADO CON KALĆSHNIKOV AL HOMBRO
De repente, en plena calle, frente al memorial dedicado a los caĆdos en la guerra del DonbĆ”s aparece Sviatoslav Yurash, el diputado mĆ”s joven de Ucrania.
Ataviado con un elegante abrigo negro, el parlamentario oficialista de 26 aƱos lleva orgullosamente un fusil KalƔshnikov al hombro.
āLos rusos estĆ”n intentando entrar en la ciudad y estĆ”n enviando diferentes grupos subversivos. Kiev es una ciudad de millones de personas. AsĆ que le digo a la prensa: Ā”No pasarĆ”n!ā, comentó a EFE Yurash, que participó en la revolución del MaidĆ”n de 2014.
La Rada Suprema es considerada uno de los principales objetivos de los infiltrados rusos, entre los que ya se rumorea que hay unidades chechenas.
CIVILES A LAS ARMAS
John es un antiguo marine estadounidense que no es indiferente a la situación en Ucrania. No dudó en coger un avión en su natal Memphis para viajar a Kiev.
āLos militares ucranianos me han dado el visto bueno. Me van a dar un fusil para irme al frente. Ahora mismo voy al hotel a recoger mi mochilaā, explica en plena plaza de la Independencia.
Muestra en su telƩfono una foto en la que aparece con el uniforme de gala de los marines.
También Kolia, un taxista, estÔ dispuesto a tomar un arma, aunque se queja de que las autoridades no quieren repartirlas entre la población.
āNo es verdad que sea suficiente con un pasaporte. Yo me irĆa ahora mismo a primera lĆnea. Yo creo que nuestro Gobierno quiere entregar el paĆsā, seƱala, al tiempo que critica a Occidente por dejar sola ante el peligro a Ucrania.
Masha trabaja en un cĆ©ntrico hotel. Asegura que nunca ha tenido nada en contra de los rusos, pero esta invasión no se la perdonarĆ” ānuncaā.