La familia real británica se reunió este viernes para una misa de gracias por los 70 años de reinado de Isabel II, sin la monarca, cansada por el primer día de festejos, pero con el príncipe Harry y Meghan, que centraron todas las miradas.
La reina de 96 años, con crecientes problemas de movilidad, experimentó “un cierto malestar” tras aparecer dos veces de pie la víspera en el balcón del Palacio de Buckingham para lanzar los cuatro días de celebraciones por su Jubileo de Platino.
Jefa de la Iglesia de Inglaterra y muy religiosa, la monarca decidió no acudir al acto debido al largo trayecto desde el castillo de Windsor, donde reside, hasta Londres, una hora en coche, y “la actividad necesaria para participar en la misa”, explicó la casa real.
Los que sí aparecieron, por primera vez en público desde hace dos años en el Reino Unido, fueron el príncipe Harry y su esposa Meghan.
Entre gritos de júbilo y algún abucheo de la multitud congregada frente a la catedral, el nieto de la monarca, de 37 años, llegó vestido de chaqué y corbata gris, luciendo todas sus condecoraciones, que conserva pese a que desde que en 2020 dejó la monarquía no puede vestir uniforme militar.
Sonriente, pero tensa, la exactriz estadounidense, de 40, vestía elegantísima con un abrigo de solapas blanco hueso, color que algunos medios británicos interpretaron como un intento de mostrar “inocencia”, y una pamela gris perla.