El “borsch” puede parecer una simple sopa, pero para los ucranianos es “una religión”, y el chef ucraniano Yevhen Klopotenko uno de sus sumos sacerdotes. Su investigación sobre ese plato tradicional está detrás de que la Unesco lo declarase Patrimonio Cultural Inmaterial y demandase su protección urgente, para irritación de Rusia.
El ministro ucraniano de Cultura, Oleksandr Tkachenko, dijo tras la decisión de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco): “La victoria en la guerra del ‘borsch’ es nuestra”. Pero el respaldo para proteger una sopa disputada por Rusia y Ucrania nunca se hubiera conseguido sin la obsesión del chef con ese plato, que le ha servido para explorar su “identidad y raíces ucranianas”.
Sobre esta sopa, tan extendida en Ucrania, Rusia y muchos países del Este de Europa, se libra desde hace años una auténtica batalla, con acusaciones de apropiación cultural por parte de Kiev frente a las reivindicaciones de Moscú.
Klopotenko es uno de esos jóvenes cocineros rompedores e inconformistas que ha renovado platos tradicionales como el “borsch”, pero además es mucho más que eso, es también un activista de la cultura ucraniana.
“Para nosotros el “borsch” es algo más que una comida, es una especie de religión. Creo que es incluso más que eso. Tenemos una relación similar a la que tienen los italianos con la pasta”, explica el chef en uno de sus restaurantes de Kiev.
En 2019 inició una campaña para reclamar el origen ucraniano del “borsch” dado que en muchos países lo consideran un plato ruso, algo que califica como una “apropiación cultural” y una muestra más de sus intentos de “suprimir” y “borrar” la identidad ucraniana.
Esta sopa con una base de caldo de carne, remolacha y repollo, a menudo acompañada de nata o crema de yogur, es muy popular en Europa central y oriental. Su origen ucraniano es aceptado por la mayoría de los expertos.