El 8 de octubre se conmemora el Combate de Angamos en todo el Perú. Detrás de la celebración, hay un hecho importante.
¿Cómo y por qué se combatió en Angamos?
En la primavera de 1879 había estallado una guerra entre Bolivia y Chile por la explotación del salitre de la región de Antofagasta. El salitre es un mineral que vivió un auge a finales del siglo XIX por su amplio uso en la industria de la época. Perú, que había firmado una alianza con Bolivia, se vio arrastrado al conflicto con los chilenos. Fue la Guerra del Pacífico (1879-1884).
La superioridad militar de Chile era notoria, pero no había logrado imponerla en el mar, lo que dificultaba sus planes de desembarcar y desplegar tropas en los territorios ricos en el apreciado salitre que se disputaba con sus vecinos. Un hombre, el almirante Grau, y un barco, el monitor Huáscar, habían sido la causa principal.
Desarrollando una audaz táctica de guerrilla, Grau, conocido como “el caballero de los mares”, había sacado el máximo rendimiento a su monitor, un barco de guerra blindado típico de la guerra naval de entonces, y logrado mantener a raya a la superior armada chilena. Avezado y experimentado hombre de mar, evitaba el enfrentamiento directo y castigaba sus objetivos en apariciones inesperadas y fulgurantes tras las que se retiraba rápidamente.
Sus certeras incursiones dejaban en mal lugar al gobierno y al alto mando militar enemigo. Capturar al Huáscar se había convertido en la obsesión de los estrategas chilenos. La oportunidad se presentó finalmente en la mañana del 8 de octubre de 1879 en las aguas de Punta Angamos, en lo que entonces era el litoral boliviano. Ese día, tras tenderle una emboscada, los barcos chilenos lograron por fin dar caza al Huáscar y al barco que lo acompañaba en sus correrías, la fragata Unión.
Sabedor de que no podía escapar, pero sí resistir para facilitar la huida de la Unión, Grau combatió hasta que el impacto de un proyectil lo hizo pedazos. Según los relatos de la época, del Caballero de los Mares no quedó más que una pierna ensangrentada, la que hoy reposa en el Panteón de los Héroes del Cementerio Presbítero Maestro de Lima.
Desde un primer momento quedó clara la trascendencia que para el devenir de la contienda tuvieron la derrota de Angamos y la neutralización del Huáscar. Chile obtenía vía libre para avanzar y golpear a su vecino del norte. Pocas semanas después, el cronista del “New York Times” que informó de la batalla acertó al vaticinar que “el 8 de octubre de 1879 figurará siempre en los Anales peruanos como un glorioso pero al mismo tiempo desastroso aniversario”.
Imbuido de la visión romántica de la guerra propia del siglo XIX, el corresponsal celebraba que “el contraalmirante Grau, junto con la mayor parte de sus hombres y oficiales, murió como deben hacerlo los hombres, al pie del cañón”.
Las consecuencias de la guerra
Si Bolivia lleva desde entonces reclamando, incluso en los tribunales internacionales, que se le restituya la salida al mar que perdió en la contienda, Perú también sufrió graves consecuencias. En 1881 tropas chilenas ocuparon Lima y el país vio como la región de Tarapacá y la provincia de Arica se incorporaban definitivamente a Chile. En conversación con BBC Mundo, Max Hernández, fundador de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis y autor de un estudio sobre la memoria histórica peruana, afirmó: “La derrota fue terrible y en Perú quedó una herida muy grande de la que nos llevó mucho tiempo reponernos.”
Para el historiador Cristóbal Aljovín, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, “la derrota en la guerra con Chile fue un trauma porque supuso reconocer que Perú, que en la época colonial había sido más importante que Chile, dejaba de ser el país clave en el Pacífico Sur”. Es entonces cuando arraiga un fuerte sentimiento antichileno en gran parte de la sociedad peruana y Perú se ve sumido en una etapa de inestabilidad y atraso que, según algunos, llegó a poner en cuestión su propia viabilidad como país.
¿Por qué conmemorar lo acaecido en Angamos cada 8 de octubre con un feriado nacional?
Como sucedió en España en 1898 tras la pérdida de las últimas posesiones ultramarinas de su imperio, en los círculos intelectuales y políticos peruanos se instaló la idea de que su país había fracasado y vivía una decadencia irreversible. El ejemplo de Grau y otros hombres de guerra actuaron entonces como una suerte de asidero moral. “En Perú no conmemoramos Angamos, conmemoramos a Grau”, responde Hernández. Según él, “la sola idea de Perú hubiera perecido sin el ejemplo de Grau, porque la idea de la patria es mucho más difícil de mantener en la derrota”.
Como ponen de manifiesto los centenares de plazas, calles y monumentos que se les han dedicado en todo el país, el almirante Grau y Francisco Bolognesi son los dos grandes héroes nacionales, ambos forjados a base de dignidad en la derrota. Si de Bolognesi, el militar que prefirió pelear “hasta quemar el último cartucho” en la defensa de Arica, se admiran su coraje y determinación, la figura de Grau presenta además otras aristas que explican por qué fue elegido “el peruano del milenio”.
Michel Laguerre, jefe del Archivo Histórico de la Marina de Guerra del Perú, le dijo a BBC Mundo que “fue un marino extremadamente audaz y tenaz que logró durante mucho tiempo contener a un enemigo superior a base de ingenio, por lo que se le reconoce no solo en Perú, sino también en Chile y Bolivia”. Efectivamente, los historiadores coinciden en que las correrías de Grau mantuvieron en los primeros meses de la guerra la ilusión de una victoria peruana.
Pero, tanto como a su genio náutico, el reconocimiento a Grau se debe a su caballerosidad en la victoria. Sus biografías repiten el episodio en el que, tras hundir la fragata chilena Esmeralda en la batalla de Iquique, en mayo de 1879, el gran almirante dio orden de rescatar a los supervivientes que habían caído al mar. También, dispuso el envío a la viuda del capitán de la Esmeralda, Arturo Prat Chacón, de una sentida carta de condolencias acompañada de las pertenencias de su marido. Fueron actuaciones como esta las que le ganaron el sobrenombre de “caballero de los mares”.