Con el triunfo del “Plan de Casa Mata” Iturbide se ve obligado a abdicar al “trono” el 19 de marzo de 1823. A la caída de Iturbide, Andrés Quintana Roo, esposo de Leona Vicario fue nombrado ministro plenipotenciario de México en Londres, pero no ocupó el cargo. De modo que la pareja siguió viviendo en México, siempre atentos a los acontecimientos políticos, apoyando a los liberales contra los conservadores. Leona era una mujer muy activa, incansable y muy sociable, de modo que eran continuas las reuniones o “tertulias” en su casa. Era una mujer admirada y temida, por lo que sus enemigos siempre quisieron hacerla a un lado, desaparecerla del mapa político. Eso en aquella época en que a la mujer se le hacía a un lado sistemáticamente no era difícil. De hecho a las mujeres, por ningún motivo les daban puestos públicos, así que tenían que actuar a la sombra. Pero aún en esas condiciones se las arreglaban para impulsar sus ideas y propuestas y jugar papeles decisivos, aunque tras bamblinas.
Sus méritos eran inocultables y su aportación generosa, de prácticamente toda su riqueza a la causa independentista era claro para todos, se pensó en recompensarla y en 1823 el Congreso devolvió algo a Leona Vicario de los bienes que los invasores españoles le habían expropiado, la intención era darle 100,000 pesos, pero como el gobierno estaba en la pobreza y no tenían efectivo le entregaron la Hacienda de Ocotepec en los llanos de Apan y además una casa en Santo Domingo 2 (hoy Brasil 37), donde vivió con su esposo, además de otras dos casas cercanas. Ella aceptó esa reparación, aunque de hecho, lo que ella había dado a la causa con toda generosidad era una riqueza inconmensurable.
La hacienda estaba arruinada, completamente deteriorada: el casco se encontraba en pésimas condiciones, las vigas apolilladas, los muros derrumbándose, todo era abandono e incuria. Leona tuvo que aplicar mucha energía -que nunca le faltó – y grandes recursos para irla levantando. En todo lo que emprendía la mujer, se aplicaba a fondo, resolvía los problemas con inteligencia y perseverancia y con el tiempo logró que la hacienda prestará grandes servicios a ella y a la comunidad, incluso ella abastecía de pulque a la capital. Con sus trabajadores y la población en general fue magnánima y la comunidad aledaña se alegró enormemente de tenerla como vecina y amiga. Sabían que podían contar con ella para resolver sus problemas.
Siempre fue sensible a las necesidades de la gente y así como luchó por la autosuficiencia e independencia de la Patria, logró levantar por sí misma, la producción en sus propiedades y hacerlas muy rentables fomentando la agricultura y la ganadería, en un momento en que era necesario levantar la economía en toda la región y en el país. Era muy empeñosa y nada la detenía. Toda su vida había recorrido largas distancias, así que ahí se movía constantemente de aquí para allá, se presentaba en todos lados, era un verdadero remolino y hasta sus últimos años fue una mujer que desarrollaba gran actividad.
Fue en aquellas épocas cuando sorpresivamente, por allá por 1827 el Congreso del Estado de Coahuila y Texas acordó que la villa de Saltillo se denominará en adelante Leona Vicario, conocida en esas épocas como “La Mujer Fuerte de la Independencia”. Ese reconocimiento fue conmovedor para ella y desde luego para su esposo Andrés y sus tres hijas Genovea, Soledad y Dolores.
Pero sin embargo hay que decir que en sus últimas dos décadas de vida lo que predominó fue la envidia, el olvido, los constantes ataques de los conservadores como Anastasio Bustamante y Lucas Alamán, que eran profundamente machistas y reaccionarios, y no podían soportar a una mujer que había mostrado tal entrega y genialidad en la lucha patriótica, como ya mencionamos, en aquella época en que veían a la mujer “como un adorno”.
En aquellos días, Andrés Quintana Roo se afilió al partido Yorkino. En todo momento asesoró y apoyó las buenas decisiones de su esposo quien fungió como diputado por el Estado de México de 1827 a 1831. Presidió la Cámara de Diputados en 1831 y 1832; luego fue ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos durante el gobierno de Gómez Farías en 1833, fue nombrado magistrado de la Suprema Corte de Justicia, cargo que ostentaría hasta su muerte. Él fue uno de los diputados más notables de los Congresos de la época. Participó en las negociaciones para la elaboración del Tratado de Amistad y Comercio México-EU en las cuales el embajador Poinsett se vio obligado a reconocer las fronteras fijadas por el Tratado Adams- Onís en 1819. Leona y Andrés eran conscientes del peligro que significaba el expansionismo de Estados Unidos y no bajaban la guardia frente al vecino del norte. Andrés se enfrentó a Washington que ya entonces quería robarnos medio territorio y se opuso al separatismo de Texas, que luego sería anexado por EU.
Leona y Andrés siempre fueron liberales, anticlericales, antimilitaristas y antiesclavistas. En las administraciones presidenciales posteriores, Andrés realizó actividades académicas y periodísticas. Leona Vicario continuó con sus tertulias y actividades políticas, periodísticas y poéticas junto a su esposo quien fue el primer presidente de la Academia de Letrán, fundada en 1836 por Guillermo Prieto, a su vez fue vicepresidente del Instituto de Ciencias, Literatura y Artes.
En 1831, bajo el gobierno autoritario y reaccionario de Anastasio Bustamante, tanto Andrés como Leona fueron insultados y sin tregua . El 3 de enero de ese año fundaron El Federalista Mexicano que se editaba en cuatro páginas y se publicaba dos días a la semana, miércoles y sábado.
Comenzando la tercera década del siglo XIX, el país se estremeció con el asesinato de Vicente Guerrero el 14 de febrero de 1831, el héroe que mantuvo viva la llama de la Independencia, en El Federalista Andrés y Leona muestran su indignación. Guerrero era uno de los líderes mas importantes y congruentes de su época y de ideas profundamente revolucionarias, entre otras cuestiones él fue quien hizo por fin efectiva la liberación de los esclavos.
Cuando perseguían a su marido, Leona fue a Palacio Nacional a reclamar al mismísimo presidente Anastasio Bustamante, sufriendo el escarnio público: los periódicos del gobierno se mofaron de ella, la llamaron “apoderada” de Quintana Roo y se los que se burlaban eran aquellos oportunistas quienes habían sido realistas e hispanistas y ahora paradójicamente se hallaban en altos cargos del gobierno nacional. Los conservadores Anastasio Bustamante y Lucas Alamán emprendieron campañas contra Leona llamándola “La Quijota con faldas”.
En su etapa de colaboradora de El Federalista, Vicario se enfrentó a Lucas Alamán, porque se atrevió a decir que las mujeres habían ido a la guerra de Independencia por amor a sus hombres. Para aclarar las cosas, le contestó a Lucas Alamán:
“Confiese Sr. Alamán que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son unos sentimientos extraños; antes bien vale obrar en ellos con más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres, sea el cual fuere el objeto o causa por quien las hacen, son desinteresados, y parece que no buscan más recompensa de ellos, que la de que sean aceptadas. Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado con total independencia y sin atender que las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases hay también muchísimos hombres.”
En diciembre de 1832 una revuelta hizo caer a Anastasio Bustamante. Posteriormente Valentín Gómez Farías nombró a Quintana Roo Ministro de Justicia en 1833. Ese mismo año, luego de la clausura de El Federalista Mexicano, publicaron El Correo de la federación.
Desgraciadamente, la salud de Leona Vicario decayó y se complicó. El 21 de agosto de 1842 muere a los 53 años en la Ciudad de México. Como era una heroína popular, tuvo unos apoteóticos funerales y a los cuatro días de su fallecimiento fue declarada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria el 25 de agosto de 1842. Por cierto ha sido la única mujer a la que se han hecho funerales de Estado en México. Desde 1925, descansa en la Columna de la Independencia y su nombre está inscrito con letras de oro en el Palacio de San Lázaro, sede del Congreso. (Continuará)