Sus seis hijos todavía la llaman “papá Oyuki” cargados de inocencia. Ella sonríe con ternura. Su lucha no ha sido solo frente a la idea de dejar la prostitución, sino además para ser reconocida como una madre trans en México y en su propio hogar.
“Me siento feliz, me siento contenta porque estoy plenamente completa como mujer. A pesar de todas las dificultades con mis hijes, las instituciones y la sociedad, me siento feliz”, afirma Oyuki.
Oyuki, nacida hace 43 años con un cuerpo y un nombre que ya dejó atrás, se desvive trabajando en la emblemática Clínica Condesa en tareas de prevención del VIH/sida para población vulnerable.
De repente suena su teléfono y se queda quieta por primera vez. Acaba de fallecer una mujer trans en situación de calle y debe hacer gestiones para evitar que las autoridades lleven el cuerpo a una fosa común.
Pocas como ella conocen tan bien la calle, porque en la calle se curtió desde los 15 años y aprendió a ser quien es. “Los embates de la pobreza me llevaron a sumergirme durante 20 años en el trabajo sexual”, explica
Pero después de haber roto tantas barreras y haberse ganado el respeto del barrio, su mayor temor es otro, que le quiten a sus “hijes”.
“No tengo ningún hijo, pero los adopté como parte de mi ser. Me he quitado el pan de la boca para darles a ellos todo y que tengan las condiciones que yo no tuve”, reivindica.