Gabi Escobar, el niño nervioso que soñaba con el oro olímpico la primera vez que se enfundó unos guantes con 14 años, está más cerca de de lo que cree que alcanzar el objetivo. Sobre todo después de imponerse a Daniel Asenov en los octavos de final de la categoría -52 kilos.
El púgil madrileño, actual campeón de Europa, hizo valer su condición en un combate cuyo resultado quedó en manos de unos jueces que valoraron el buen boxeo del español que quiso la victoria más y mejor que su rival. Así lo vieron los árbitros que le reconocieron con el triunfo por 4-1.
El español saltó al ring del Kokugikan Arena, uno de los templos del sumo en Tokio, con el plan del combate muy bien estructurado en su cabeza. Escobar sorprendió a su rival y aprovechó su buen manejo de las dos manos para cambiar la guardia ante un Asenov que le esperaba con la derecha. Ese cambio fue clave para entender un primer asalto en el que el único cuero que volaba en el ring era el de Escobar, que buscaba combinaciones que entrasen en la guardia cerrada de su rival. Gabi era el único que proponía ante un rival que sólo era capaz de soltar alguna mano a la contra.
El dibujo del combate estaba bien esbozado por un Escobar que convencía a los jueces con su boxeo, apuntándose también un segundo round en el que se dedicó a exhibir un buen juego de pies para intentar entrar en la guardia de su rival a base de velocidad y buenas combinaciones de directos.
Con la pelea en el bolsillo, el tercer asalto fue una pelea contra el tiempo. Una carrera para ir descontando los 180 segundos hasta que sonara la campana. Sólo había que resistir y Gabi lo hizo para mantener en pie el sueño metálico del boxeo español.
“Vamos a por el sueño y a dar en cada combate lo mejor de mi porque cada pelea es una medalla de oro”, apuntaba el actual campeón de Europa que sabe que el metal real está a la vuelta de la esquina. “Ha sido un combate de ritmo. Teníamos que cuidarnos mucho de sus voleas, que son muy peligrosas. Poco a poco. El tercero ha sido un poco para pasar el tiempo”.