El 1 de enero de 2020, cuando el mundo daba la bienvenida a un nuevo año, las autoridades chinas cerraron un mercado de mariscos en la ciudad de Wuhan, de 11 millones de habitantes, por sospechas de que un brote de una nueva “neumonía viral” que afectaba a solo 27 personas, podría estar relacionado con
ese mercado. Las primeras pruebas de laboratorio en China apuntaron a un nuevo coronavirus. Para el 20 de enero, la enfermedad se había extendido a tres países.
Para la mayoría de la gente, en ese momento la enfermedad era algo que se desarrollaba a miles de kilómetros de distancia, pero a casi un año después, el COVID-19 ha cambiado la vida de toda la humanidad de forma inesperada. Casi todo el mundo se ha visto afectado, ya sea por la enfermedad en sí, la pérdida de seres queridos o empleos, los confinamientos en casa y las nuevas formas de trabajar, relajarse e interactuar.
Más de 1,5 millones de personas han perdido la vida debido al COVID-19, una muerte cada nueve segundos según un promedio semanal, mientras se espera que las vacunaciones comiencen en diciembre en un puñado de países desarrollados.
Medio millón de muertes ocurrieron en sólo los últimos dos meses, lo que indica que la gravedad de la pandemia está lejos de haber terminado. Son casi 65 millones de personas en todo el mundo que han sido infectadas por la enfermedad y el país más afectado, Estados Unidos, está luchando actualmente contra una nueva ola, la tercera, de infecciones por coronavirus. lo que impone mayores y nuevas restricciones a la vida a la que estábamos acostumbrados.
Es una imagen familiar y obligatoria las máscaras y viseras, los confinamientos y el distanciamiento social para frenar la propagación del virus.
Pero hay que ser honestos, muchas de esas muertes se pudieron haber ahorrado si se hubiesen acatado las instrucciones, que las autoridades sanitarias de muchos países dieron a la población.
No fue solamente que un gobierno en particular tuvo mal manejo de las políticas públicas para evitar el daño a la sociedad, no, es que la sociedad no ha respondido responsablemente. Mientras más llamados de atención se han hecho, menos protección y menos distanciamiento social se ha registrado. Mas gente en sitios turísticos, más fiestas (CORONA S PARTY). Ya es hora de asumir la responsabilidad que nos toca como sociedad, de nosotros dependerá la magnitud de la tragedia en esta tercera ola.
A medida que el 2020 se acerca a su fin, las vacunas están en el horizonte, lo que genera la esperanza de que algunos aspectos de la vida vuelvan a ser como los conocíamos. Quien escribe estas líneas cree que no va a ser así, creo que nuestro desenvolvimiento social será distinto y tendremos que empezar por reconocer a familiares, amigos y vecinos a quienes vemos desde lejos desde hace un año.
El mundo se encuentra en estado de animación suspendida y las líneas del mundo posterior al coronavirus ni siquiera empiezan a dibujarse, porque saliendo de esta pandemia deberíamos empezar a prepararnos para la próxima. Una lección que debimos haber aprendido es que además de buenos gobiernos, necesitamos sociedades que den respuestas validas y a tiempo.